+ Ausencia de Franco: signo claro de rebeldía
Tal y como se había previsto, ayer finalmente fue presentado el priista Héctor Hugo Olivares Ventura como nuevo delegado especial del Comité Ejecutivo Nacional del PRI en Oaxaca. Su arribo, dicen, tiene como objeto el hacer transitable la ruta de la sucesión gubernamental, que tanto se ha enrarecido en las últimas semanas. Según lo que se puede ver, el proceso interno priista está lejos de la civilidad y la madurez que se argumentó en un principio, y más bien está convertida en una olla de presión que en cualquier momento podría estallar.
Por principio de cuentas, vayamos a los hechos. Desde hace algunas semanas se había rumorado que el senador Carlos Jiménez Macías, delegado general del CEN del Partido Revolucionario Institucional, sería sustituido por Olivares Ventura. En algunos frentes priistas, se aseguraba que ese reemplazo tenía como objeto reforzar las tareas de mediación y diálogo entre los aspirantes a la candidatura a Gobernador por ese partido.
Pero en los demás frentes, sin embargo, se decía que la pugna por la sustitución de Jiménez Macías más bien tenía que ver con la resistencia que éste último había presentado para prestarse a las bajezas y juegos sucios de algunos de los competidores, para tratar de imponerse sobre sus adversarios a través de prácticas o estrategias que violaban el pacto de civilidad y respeto que se habían establecido en la reunión inicial, ocurrida el 6 de noviembre. Incluso, el propio senador Jiménez dijo textualmente a este espacio (ver Al Margen del 14 de diciembre de 2009) que “si este proceso interno fuera una mascarada, él sería el primero en negarse a ser parte del mismo”.
¿Qué ocurrió entonces, para que el vaticinio —o la intriga— sobre la no permanencia de Jiménez Macías finalmente se hiciera realidad? Tal parece que algo trascendental está aconteciendo en el priismo, que finalmente va más allá de los solos nombres o las disputas palaciegas por la candidatura a Gobernador. En efecto, aunque Jiménez Macías no fue literalmente sustituido, sino que Olivares Ventura se aparece como un refuerzo en la conducción del proceso interno, lo que nadie puede negar es que la estructura formal y material del tricolor atraviesa por un momento de excepcional tensión y riesgos.
¿Es casual que el presidente estatal del PRI no se apersonara ayer en la presentación del delegado Olivares Ventura? Aunque se dijo que éste se encontraba en Estados Unidos por haber acudido a presenciar un partido de futbol americano el día previo —así lo aseguraba ayer el diario Reforma, y así lo justificaron sus subordinados en el tricolor—, lo cierto es que esta es una nueva muestra de rebeldía por parte del líder priista, Jorge Franco Vargas. Y es, de hecho, la actitud que éste ha mantenido en las últimas semanas, a raíz de los desencuentros habidos por el inusual proceso interno que vive su partido.
¿Qué ocurre? Que él es uno de los personajes priistas que no parecen estar de acuerdo en el modo en cómo se está conduciendo el proceso del tricolor para elegir a su candidato a Gobernador; pero, sin duda, es quien más ha dejado ver una actitud beligerante que, sin embargo, no es privativa de él, y más bien parece un signo más de polarización en esta competencia interna en la que parece que cada vez existe menos control, menos civilidad y menor posibilidad de un acuerdo final en el que todos los involucrados queden conformes con la decisión.
¿SE PIERDE EL CONTROL?
Este “reforzamiento” en las tareas de interlocución del tricolor, que ocurre con la llegada de Héctor Hugo Olivares, se da en un marco de complejidad extraordinaria. Su presentación corrió a cargo de una cuestionada secretaria General del Comité Estatal del PRI, Margarita Liborio Arrazola, y cuando parecen ser menos creíbles los argumentos de que todo está bajo control en el partido, y de que continúa prevaleciendo la civilidad y la disciplina entre quienes aspiran a la candidatura priista.
Las razones son evidentes: entre los aspirantes priistas a la gubernatura parecen existir dos bloques perfectamente definidos que buscan conseguir, cada uno a través de sus propios métodos, la candidatura. El problema es que unos, que se sienten beneficiarios de las preferencias del Jefe Político, han comenzado a utilizar métodos cada vez menos confesables para conseguir sus metas e incluso se están dejando llevar por la soberbia; y algunos de los otros, que se sienten desplazados y que incluso han asumido una actitud anticipadamente de derrota, han comenzado a transitar por la ruta del discurso rupturista, los ataques y las acciones de beligerancia.
Todo esto es lo que finalmente genera la certeza sobre las razones por las que tuvo que arribar a Oaxaca otro priista de alto cuño, como Olivares Ventura, para tratar de remarcar los puentes de entendimiento y tratar de que el proceso interno se conduzca de la forma menos atropellada posible.
Al final del camino, lo que está en juego es mucho más que el capricho de un hombre, o la rebeldía de un grupo compacto de quienes aspiran a abanderar al priismo: en mayor o menor medida, unos y otros —es decir, los seis aspirantes a la gubernatura—, no parecen comprender que la victoria del tricolor se encuentra fundamentalmente en ellos, y que independientemente del nombre de quien resulte electo como Abanderado, si el día de los comicios pierden, perderán todos, independientemente de qué calidad ostente cada uno de ellos hoy dentro de la política o la estructura de gobierno.
Hoy, serían deseables más actitudes de civilidad y prudencia —como lo que han demostrado Martín Vásquez Villanueva, José Antonio Estefan Garfias y, en buena medida, Adolfo Toledo Infanzón—, y menos intrigas, ataques e intentos de avasallamiento —como las que han dejado ver los demás— entre los contendientes. Como dentro mismo del partido saben que eso es cada vez menos posible de conseguir, lo que se está reforzando es la estructura de operación política para sacar la elección interna con los menores daños posibles.
¿DESLIZ?
Por cierto, al disculparse por los hechos de la semana pasada, la diputada Liborio aseguró en un comunicado que “no es un secreto que el actual diputado federal albiazul, Guillermo Zavaleta, durante su gestión como legislador local recibió recursos del entonces presidente del Congreso”, y que de su desmedida ambición también fue parte el ahora presidente del PAN, Carlos Moreno. ¿Qué dirá Bulmaro Rito al respecto? bien dice el refrán que tanto peca el que mata a la vaca, como el que le agarra la pata. Abundaremos.
almargenoaxaca.wordpress.com