+ Proyecto cultural debe valorar a dónde quiere ir
Ayer, de forma poco usual, músicos integrantes de la Orquesta Sinfónica de Oaxaca realizaron una protesta en contra del personal administrativo del conjunto musical. A la par de las razones concretas que generaron la inconformidad, es claro que este es un síntoma más de la nula identidad que existe hoy entre el proyecto cultural que impulsa —o que dice impulsar— el Gobierno del Estado, y las agrupaciones que existen como parte del entramado cultural institucional en Oaxaca.
En efecto, para entender esta problemática vale la pena revisar no sólo los aspectos concretos de esa particular protesta de ayer miércoles, sino también otras cuestiones que explican la crisis por la que atraviesan esa agrupación musical y varias otras que también pertenecen al gobierno estatal. Resulta que ayer, músicos integrantes de la Orquesta Sinfónica pidieron la salida del director Javier García Vigil, y de la gerente de la Orquesta, Judith Rosas. Solicitaban también apoyos para sus familias, un reglamento interno y la revisión de cargos administrativos.
Esto lo que en realidad deja ver es una inconformidad más de fondo, que tiene que ver con la desatención que desde hace años el gobierno ha tenido con quienes integran las agrupaciones musicales, como la Orquesta Sinfónica, o la Banda de Música del Estado, entre otras, lo cual se traduce en un “abandono salarial” y en la falta de interés por mantener en condiciones óptimas a las bandas musicales.
Y es que según se sabe, para que una Orquesta Sinfónica pueda tener esa denominación, debe estar conformada por cuatro familias de instrumentos musicales, a saber: Viento madera: un flautín, dos flautas, dos oboes, un corno inglés, dos clarinetes y dos fagots. Viento metal: de dos a cinco trompetas, de dos a seis trompas, dos o tres trombones tenores y uno o dos bajos. Ocasionalmente, también una tuba. Percusión: varía muchísimo dependiendo de la obra, pudiendo encontrar timbales y caja. Y cuerdas, que consta de cuarenta violines, de ocho a doce violas o más, de ocho a doce chelos o más y de cinco a ocho contrabajos o más. Ocasionalmente también se incluyen arpa y piano.
Si hacemos cuentas rápidas habremos de ver que una Orquesta Sinfónica debe estar integrada por alrededor de ochenta músicos. Y en las imágenes que se difundieron ayer en varios medios sobre las protestas de los integrantes de la Orquesta, no se aprecia ni la mitad de esos músicos. Ahora bien, reflexionemos en cuánto gana cada uno de los integrantes permanentes de la Orquesta, y bajo qué condiciones se encuentran contratados.
Seguramente, al hacer una revisión rápida de esas condiciones, habremos de llegar a varias conclusiones sencillas pero de fondo: primera, que la Orquesta Sinfónica está incompleta; segunda, que los músicos comienzan a externar su inconformidad por el estado de abandono general en que se encuentra la agrupación; tercera, que ante presentaciones importantes la Secretaría de Cultura debe verse obligada a utilizar figuras como la subcontratación ocasional de músicos, únicamente para cumplir sus compromisos; cuarta, que no existe interés ni identidad como para mantener en condiciones óptimas agrupaciones como la Orquesta Sinfónica; quinta, que el proyecto cultural va encaminado hacia otras prioridades; y sexta, que esas son algunas de las razones que más o menos pueden explicar el tamaño de esta crisis.
EL PROYECTO CULTURAL
Ahora bien, ¿qué aspectos integran el marco de prioridades de Francisco Martínez Neri como titular de la Secretaría de las Culturas y Artes de Oaxaca? El único punto de referencia existente se encuentra en los ejes culturales que planteó cuando recién había asumido su cargo, y en ese marco compareció ante la LXII Legislatura, en enero pasado.
En aquella ocasión, Martínez Neri delineó esos ejes, y dijo que eran los siguientes: uno, salvaguarda del patrimonio cultural, material e inmaterial de Oaxaca; dos, promoción y difusión de la diversidad cultural; tres, fortalecimiento a la formación y capacitación artística y cultural; y cuatro, fomento al desarrollo cultural sustentable.
En esa misma comparecencia habló de los retos de su gestión, y dijo que eran cinco: uno, fortalecer a los emprendedores culturales y artistas, con el fin de que se consoliden como verdaderos motores del desarrollo sustentable; dos, propiciar un fuerte trabajo de promoción cultural comunitaria en los sectores menos atendidos; tres, concretar un programa de generación y formación de públicos en todo el estado para propiciar el uso del tiempo libre de calidad; cuatro, fortalecer el tejido social a través de la cultura para reafirmar la identidad comunitaria de la población; cinco, trabajar en coordinación con los municipios para mejor atención, capacitación, asesoramiento y conjuntar bolsas presupuestales para la cultura.
¿Por qué traemos a colación todo esto? Porque al revisarlos queda claro que temas como el relacionado con la Orquesta Sinfónica parecen no tener cabida en ninguno de los ejes, ni en los retos, que se planteó Martínez Neri. Queda claro que instituciones como la Orquesta no tienen necesariamente el enfoque comunitario ni están directamente enfocados a la promoción de la cultura y las artes locales.
Por eso, si en la gestión de Andrés Webster esas agrupaciones fueron relegadas por la intención del gobierno de respaldar, con recursos públicos, proyectos culturales privados, en la gestión de Martínez Neri tampoco tienen cabida porque según parece su visión del desarrollo cultural va encaminada hacia rumbos distintos a los que debiera seguir la Orquesta.
Sólo así puede entenderse, de manera integral, que hoy esa agrupación se encuentre —para variar— en una situación de crisis, y que ésta haya sido generada en gran medida por la añeja desatención oficial y por la discordancia entre los fines de un conjunto como ese y el proyecto cultural del Gobierno del Estado.
ESPERANZA AZTECA
Por cierto, en el marco de las protestas de los músicos y las carencias que se denuncian, la Secretaría de Cultura debiera detallar cuánto invierte en la Orquesta Sinfónica y en las demás agrupaciones musicales que dependen del Gobierno del Estado, y qué monto le destina a proyectos culturales privados, como el concierto de la Orquesta Sinfónica Esperanza Azteca, que tiene programada una presentación en Oaxaca, y que es un proyecto privado que subsiste gracias a los recursos estatales y federales que recibe para su funcionamiento. Sólo así podríamos terminar de entender estas inconformidades.