+ Gestión, vicio arraigado y nocivo entre los diputados
Las fracciones parlamentarias del Congreso local, se están aprovechando abiertamente de la complicidad disfrazada de autonomía, bajo la cual están tratando de obtener más recursos públicos sin decir para qué, y sobre todo sin corresponder con transparencia, rendición de cuentas y compromiso con la responsabilidades para las que fueron electos. Su pobre desempeño, sus prácticas llenas de vicios y oscuridades, y hasta su ominosa figura como gestores, así lo comprueban.
En efecto, vale la pena repasar integralmente esta situación para entenderla. Pues según informaba TIEMPO en su primera plana de ayer lunes, los diputados de la LXII Legislatura de Oaxaca buscan autorizarse un presupuesto superior a los 870 millones de pesos, que contrasta con el gasto ejercido hace apenas unos años. “Los diputados (…) aumentaron desde diciembre del 2013 en más de un 60 por ciento su presupuesto, al pasar de poco más de 500 millones de pesos en el último año de la anterior Legislatura, a más 874 millones de pesos en el 2014 (…) en el Presupuesto de Egresos del 2014, el Poder Legislativo se autorizó un presupuesto de 389 millones 77 mil 72 pesos con 24 centavos. A éstos recursos se añaden otros por el orden de los 5 millones de pesos para cada diputado local, es decir 210 millones de pesos, mismos que fueron ejercidos en el primer semestre del 2014.
Y el diario continúa dando cifras. Pues señala que al aprobarse el paquete fiscal del 2014, al presupuesto se le agregó una reasignación para el Poder Legislativo por el orden de los 275 millones 9 mil 744 pesos. Al final del ejercicio fiscal, de acuerdo con la Secretaría de Finanzas, el presupuesto asignado al Congreso local será de 874 millones 86 mil 816 pesos con 24 centavos.
Esto es, ciertamente, un mundo de dinero que no corresponde, primero, con la improductividad legislativa. Pues es de todos sabidos que en los dos periodos ordinarios del primer año legislativo, la actividad de los representantes populares estuvo llena de temas de coyuntura, pero muy pocos relacionados con asuntos de impacto para toda la ciudadanía. Los diputados locales, pues, sólo lograron sacar adelante tres reformas constitucionales (la de la “irreductibilidad” del presupuesto del Congreso, la relacionada con el nombramiento de los administradores municipales, y la que reducía los periodos de sesiones) que les eran indispensables para las complicidades en la operación política y financiera de los coordinadores parlamentarios. Pero nada más.
Los diputados no fueron capaces de sacar adelante la armonización de la legislación en materia educativa. Tampoco lograron establecer un criterio respecto a la iniciativa preferente que envió el Gobernador en el segundo periodo ordinario; y tampoco tuvieron la disposición para abordar cuando menos alguno de los muchísimos temas que siguen pendientes de resolver en las comisiones legislativas, que a su vez trabajan sin ningún control ni capacidad de resolución en los temas que les son turnados.
Así, es evidente que si fuera por productividad de fondo, los diputados debieran ser separados definitivamente de sus funciones. Sólo que según ellos ocupan mucho tiempo en su labor de gestión, cuestión que también debiera ser eliminada y no promovida desde el Gobierno del Estado, porque ello sólo genera tentaciones de corrupción y complicidades, que no le hacen bien a la democracia.
OSCURIDADES
Un tema ampliamente criticado al Congreso, es que cada diputado tiene asignado presupuesto para la contratación de asesores. Eso ocurre en todos los Congresos del país, y del mundo, con la diferencia de que en otros estados existe el deber y la responsabilidad de contratar a gente preparada profesionalmente en temas relacionados con la actividad legislativa, y en Oaxaca no. Ese es el problema.
Y es que resulta que para evitar la improvisación y el desvío de esos recursos asignados para la asesoría especializada, en muchos Congresos se crearon servicios de carrera a través de los cuales un asesor ingresa al servicio legislativo, sólo después de aprobar exámenes y pruebas de diversos tipos que demuestren sus conocimientos en temas parlamentarios. Después, es un mismo esquema de preparación, trabajo y evaluación, los que definen si ese cuerpo de asesores permanece o se renueva.
En Oaxaca no ocurre nada de eso. Más bien, aquí el Congreso ha buscado rehuir a cualquier responsabilidad administrativa o laboral, y por eso hoy la administración de la Legislatura entrega, en efectivo, el dinero que le corresponde a cada diputado por concepto de asesoría, y es éste quien le paga, sin que medie ningún contrato o responsabilidad laboral, a cada uno de sus asesores, la cantidad que éste considera adecuada.
Así, no es extraño que actualmente haya diputados que no tienen más que un asistente o secretaria, u otros que nombran asesores a discreción, que lo mismo pueden ser sus amigos, sus novias o sus compañeros de parranda, y que obviamente no sólo no tienen ningún tipo de preparación profesional relacionada con temas parlamentarios, sino que además retrasan y obstaculizan el trabajo legislativo por su inexperiencia y desconocimiento de los temas técnicos que deben desahogarse como parte del trabajo legislativo.
Incluso, uno de los temas que debían desaparecer es el de las asignaciones presupuestales para “gestión social”. ¿En alguna fracción del artículo 59 de la Constitución local, donde se enumeran las atribuciones de la Legislatura, se dice que el diputado debe ser un gestor? Esa idea, en realidad, lo que hace es institucionalizar el influyentismo de los legisladores, y reconocer la diferenciación en el trato que tienen los funcionarios del gobierno con el ciudadano común, y con un diputado.
Y es que se supone que el servidor público debe atender a todos, y responder las demandas de todos, por igual. ¿Cómo que a cada diputado se le asigna un monto para realizar obras o “gestión”? Esa es la razón por la que luego los diputados se revelan como constructores o como líderes de organizaciones sociales, y comienzan su labor a partir de los llamados “moches” o los “diezmos” que tanto daño le hacen a la democracia.
¿Y LA TRANSPARENCIA?
En ninguno de esos puntos cabe la transparencia. Los diputados, pues, no explican por qué deciden lo que deciden, o bajo qué consideraciones emiten sus votos. Nunca, nunca, hay votos razonados. Y ya no digamos en los temas relacionados con los recursos económicos. Ahí sí, verdaderamente, hay una caja de pandora.