Si hay conflicto en la UABJO, los Martínez no tendrán el control

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+ Consejo Universitario dividido, decisiva para crisis universitaria


La división del Consejo Universitario de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, podría ser un factor clave de la pérdida de control del grupo que aún tiene en su poder la Máxima Casa de Estudios. Vale la pena recordar otros ejemplos de cómo esa instancia universitaria ha sido clave cuando los grupos dominantes están resueltos a no perder la médula de su poder. No es el caso de la UABJO, en la que el grupo de Abraham Martínez Alavés deja ver que tiene mermada la mitad de la base sobre la que debiera descansar su hegemonía política.

En efecto, el pasado viernes se llevó a cabo la sesión extraordinaria del Consejo Universitario de la UABJO, que había sido cancelada a principios de la semana pasada. La novedad fue que se instalaron dos sesiones paralelas. Una, la oficial, convocada por el rector Eduardo Martínez Helmes, en la que lograron un apretadísimo quórum legal para funcionar, y que fue instalada en la Escuela de Bellas Artes. La otra, convocada por sus grupos opositores, que sesionó en la facultad de Arquitectura de Cinco de Mayo, no consiguió reunir el número decisivo de consejeros para declarar su legalidad, pero sí dio muestras claras de cuál puede ser el destino del Consejo si las cosas continúan la ruta de descomposición que llevan hasta ahora.

¿De qué hablamos? De lo que apuntamos en esta columna el lunes 29 de febrero. ¿Por qué hablar del Consejo Universitario?, nos preguntábamos entonces. Y decíamos que la discusión sobre el futuro político inmediato de la Universidad pasa irremediablemente por el Consejo, porque una cosa es ganar los comicios y otra mantenerse a flote ya en el cargo de Rector.

En otras experiencias, abundábamos, se vio que aún derrotando electoralmente a un cacicazgo universitario, es posible que éste sobreviva. El caso de Carlos Briseño en la Universidad de Guadalajara, es paradigmático de cómo el grupo del dueño de esa universidad pública, Raúl Padilla, sobrevivió a un Rector ya en funciones, que desde el poder pretendía ponerle fin a su cacicazgo. En esa experiencia, el control de Padilla sobre el Consejo Universitario de la UdG fue determinante para mantener a flote su poder, aún sumergido en la ignominia.

¿Qué pasó en esa Universidad? Que el grupo de Padilla impulsó a Carlos Briseño como su candidato a rector. Sólo que una vez estando ya en el cargo, Briseño desconoció al padillismo y denunció abiertamente los amplios visos de corrupción, discrecionalidad y antidemocracia que prevalecían en esa casa de estudios —la segunda más importante del país— todo para mantener a flote el poder de Raúl Padilla que, guardadas las diametrales proporciones, es un personaje que mantiene aún hoy un cacicazgo en su universidad, en una situación más o menos parecida a la de Abraham Martínez Alavés en la Universidad de Oaxaca.

esencialmente, Briseño pugnaba por la apertura de la Universidad a la transparencia, a la democracia y a la disolución de los cacicazgos que intentaran someter la rendición de cuentas y los procesos de esa universidad, a la prevalencia de un grupo político. Eso significaba asestarle un golpe en la médula al poder de Padilla, que se ha sostenido en esa universidad gracias justamente a que, a cambio del sostenimiento de su poder, ha manipulado los recursos económicos, humanos, culturales y patrimoniales de esa universidad para repartirlo entre diversos sectores de catedráticos, universitarios, líderes políticos y alumnos.

CRISIS

¿Qué ocurrió ante ese planteamiento? Que Briseño, en un intento de desmantelamiento del poder de Padilla, comenzó un rápido proceso de desmantelamiento de la estructura administrativa de la Universidad que aún respondía al padillismo. A éste mismo lo destituyó como director del Centro Cultural Universitario, e intentó quitarle de las manos el poder que significa la organización de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el encuentro cultural anual más importante de México organizado por la UdG, en gran medida para el lucimiento y legitimación cultural y política del padillismo como poder cacique en esa universidad.

El revire del padillismo ante todas esas acciones, vino justamente a través del Consejo Universitario. El 29 de agosto de 2008, Carlos Briseño Torres fue destituido de la Rectoría por el Consejo General Universitario, por incurrir en faltas “graves”. Esas faltas graves no radicaron nunca en una malversación o en alguna transgresión a la legislación universitaria.

Su falta grave fue justamente tratar de desmantelar el poder de un cacique que, a pesar de todo, nunca perdió el control del Consejo Universitario y lo utilizó —enlodado y chapoteando en la ignominia, como un último recurso para mantener su poder— para quitar del camino a un Rector que denodadamente intentó generar un nuevo panorama para esa universidad.

Briseño intentó defenderse ante la justicia de la Unión, que por meros cálculos —derivados del evidente desinterés del gobierno federal del presidente Felipe Calderón por la vida pública de las universidades públicas nacionales— decidió no alimentar un conflicto político en la segunda universidad más relevante del país. Así, en reiteradas sentencias el Poder Judicial de la Federación avaló la sustitución de Briseño por Marco Antonio Cortés Guardado. Y finalmente Briseño decidió quitarse la vida en noviembre de 2009.

¿Por qué reseñar toda esta historia? Porque en alguna medida parece que el grupo de Martínez Alavés le apuesta al sostenimiento de un cacicazgo similar al de Padilla en la UdG. La diferencia está en que, con todo lo cuestionable que puede ser, Padilla ha sabido mantener su poder aún en la pudrición. Y pareciera que a los Martínez Helmes se les está agotando la posibilidad de mantener a salvo a los grupos que los han respaldado.

MAL PRESAGIO

No es menor el hecho de que a duras penas hayan juntado al número mínimo de consejeros el viernes para instalar su Consejo Universitario, luego de un sonoro intento fallido. A estas alturas ni ellos mismos tienen la certeza de que su conformación de apoyo permanecerá, y mucho menos ante el empecinamiento de impulsar a un evidente líder porril como su candidato a la rectoría, pasando por encima de la opinión y el interés de prácticamente todos los demás grupos, propios y extraños, dentro de la Universidad.

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