El reto de “ir juntos” está roto para la coalición en Oaxaca

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+ Fuga de votos es fundamental para el futuro de los partidos


Esta elección en Oaxaca será particular por la existencia de una competencia entre tres, y no entre dos como comúnmente ocurría. La ruptura al interior del grupo gobernante generó un espacio de riesgos y oportunidades que ahora debe ser analizado en un contexto cuidadoso. No sólo se trata de ver quién gana, sino cómo lo hace. Y ahí estará buena parte de la clave de la gobernabilidad para los años siguientes.

En efecto, hasta ahora el único partido que no ha resentido ninguna fractura importante es el Revolucionario Institucional. Acaso dos o tres de sus candidatos a las alcaldías o las diputaciones locales, son los que en algún momento estarían en posibilidad de brincar hacia otra fuerza política en busca de oportunidades. El problema real se encuentra en la atomización de las fuerzas que estuvieron acumuladas hasta hace relativamente poco tiempo en la coalición PAN-PRD-PT que quedó definitivamente rota cuando el PRD resolvió postular a José Antonio Estefan Garfias y el senador Benjamín Robles Montoya decidió romper para buscar otras oportunidades de postulación.

¿Por qué es un problema? Lo es, en el corto plazo, por la dispersión que esa ruptura generará en la votación estatal. Y después será un factor muy importante de riesgo para la gobernabilidad del Estado. Vale la pena analizar y entender este asunto en cada una de sus vertientes. Vayamos, pues, por partes.

En 2010 la votación se resolvió en la competencia entre los candidatos de la coalición PRI-Verde y de la alianza PAN-PRD-PT. El entonces senador Gabino Cué Monteagudo rebasó al abanderado priista, Eviel Pérez Magaña por un margen amplísimo que nunca dejó lugar a la duda sobre la legitimidad de su triunfo. A pesar de haber sido una votación de alta concurrencia, y de crecimiento electoral para todos los partidos, los márgenes de votación no fueron sobresalientes en ningún sentido. El abstencionismo, pues, también jugó su papel pero no al grado de poner en riesgo la certeza sobre el resultado de la elección. ¿Qué puede pasar ahora?

El escenario se centrará en una competencia ya no entre dos, sino entre tres. El PRI-Verde buscará alimentar su voto duro y no es de dudarse que utilice sus esquemas tradicionales de movilización electoral. La cuestión novedosa vendrá en la forma en cómo muevan a sus estructuras electorales los dos bloques en que se dividió la votación entre las fuerzas de izquierda. El gobierno estatal, a través de sus partidos aliados y de su candidato, jugará a la movilización a la que estamos acostumbrados.

Pero el ingrediente adicional será la forma en cómo Robles Montoya busque movilizar a sus propias estructuras y las direccione en un rumbo que no es el de ninguna de las otras dos fuerzas. Ello podría generar un resultado competido pero aderezado por la abstención, y al dividirse en tres, provocar una situación de poca legitimidad para el ganador, independientemente de que quien se alce con el triunfo sea cualquiera de los tres candidatos.

¿Por qué acudir a este escenario? Primero, porque es uno de los más probables que ocurra. Pero también porque ello ameritará un trabajo de legitimación política, y de acuerdos, que necesariamente tendrá que pasar por la búsqueda de consensos entre todas las fuerzas participantes en esta contienda independientemente de quién gane, o quién pierda, y de cuál sea la conformación de la LXIII Legislatura del Congreso del Estado.

TIEMPO DE ACUERDOS

Hay cuestiones que ya son previsibles. Una de ellas, fundamental, es que a diferencia de casi todos los demás procesos electorales locales, ahora el que gane no ganará arrasadoramente, y que quien pierda no se irá a su casa sólo con la derrota y las manos vacías. Es muy probable que quien gane, lo haga con escaso margen de votación favorable, y que la votación conjunta de los que pierdan, rebase por mucho la cantidad de votos de quien se alce con el triunfo.

Esa misma situación, plantea otro escenario por demás interesante: ningún partido tendría una mayoría definida en el Congreso local, y ni siquiera eso: es posible que ninguno de los partidos repita sus conformaciones de legisladores actuales, y entonces lo que se incrementará será la pluralidad de fuerzas en el Poder Legislativo. Hoy en día, por ejemplo, la alianza PRI-Verde en la LXII Legislatura tiene 18 diputados; el PRD tiene 10 y el PAN tiene 9, con la situación de que todos los partidos minoritarios (Nueva Alianza, Social Demócrata, Partido del Trabajo, Unidad Popular, Movimiento Ciudadano) tienen un diputado cada uno.

Es probable que por la atomización de votos, el PT pudiera crecer en su número de curules, pero restársela directamente tanto a la alianza PAN-PRD como a la PRI-Verde, con lo que cada uno de ellos tendría bancadas más débiles, en beneficio de una tercer bancada que, casi seguro, tampoco sería lo suficientemente fuerte como para lograr hacer un contrapeso en un escenario político tripartita.

¿Qué retos implica eso? Que, según lo visto, la pluralidad en el Congreso local no ha sido sinónimo ni de trabajo ni de eficiencia, pero sí para más o menos permitir la gobernabilidad al Ejecutivo local. La situación inédita estaría en el hecho de que al acentuarse esa pluralidad, todos perdieran márgenes de control y todo eso fuera en detrimento de quien ejerciera como Titular del Poder Ejecutivo. Por eso, en el fondo, tendría que haber un ejercicio de equilibrio de fuerzas, de negociación, de consenso y de tolerancia, para poder no sólo permitir que el Ejecutivo gobierne, sino también para no sumir al Congreso en una situación de más parálisis que dañe a Oaxaca.

Al final, parece que de forma obligada, los que ganen y los que pierdan en estos comicios estatales, tendrán que buscar la forma de ensayar, al margen de quién gane y quién pierda, los verdaderos gobiernos de coalición. Está muy visto que los gobiernos de parcelas son infuncionales, paralizantes y la mayoría de las veces contrario al interés de las personas.

CAMPAÑAS DE ODIO

No se trata de las campañas que buscan generar el odio en el adversario, sino las que se hacen desde el odio y el rencor al adversario. En Oaxaca comenzamos a ver ese tipo de campañas que tienen como sello la revancha abierta entre grupos políticos. ¿Tiene eso algún futuro entre la ciudadanía? Lo dudamos. Sembrar vientos siempre hace cosechar tempestades. ¿Lo entenderán quienes le apuestan a ese sentimiento que la sociedad rechaza?

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