Si en Oaxaca pierden, ¿en qué se van a convertir las izquierdas?

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+ Alguno de los abanderados tendría que convertirse en su pastor


 

La división entre las fuerzas de izquierda en Oaxaca es tan profunda, que no sería raro que esos desencuentros terminaran llevándolos a todos a la derrota. En la amplia posibilidad de ese escenario, vale la pena preguntarse cuál sería el destino político de esa cauda de votos y representantes populares, divididos en tres posibles liderazgos que tienen las mismas posibilidades de sobrevivir, pero también de continuar confrontados. En el fondo, si las fuerzas de izquierda no logran dotarse de contenido y orden en sus planteamientos, terminarían abriéndole la puerta a que Oaxaca vuelva a ser un semillero de votos priistas.

En efecto, conforme transcurre el periodo de campañas se puede ver con más claridad cómo la división al interior del grupo gobernante generó un efecto que nadie sabe si alguno de los dos candidatos logrará remontar. Sea como sea, la designación de José Antonio Estefan Garfias como candidato de la coalición PAN-PRD, y la fractura que generó el senador Benjamín Robles Montoya al llevarse su propio capital político y al Partido del Trabajo de la campaña perredista, puede terminar en una división que suma a ambos en la derrota.

En un tercer frente se encuentra Salomón Jara Cruz, que está tratando de capitalizar el trabajo político de Andrés Manuel López Obrador en Oaxaca. La nuestra, es quizá la entidad federativa en la que el ex candidato presidencial ha invertido más recursos y tiempo, y esa es la explicación del repunte de Jara Cruz en los últimos sondeos de opinión serios realizados en la entidad. No obstante, el problema que enfrenta es el mismo que el PRD de Estefan y el PT de Robles Montoya: que entre ellos no existen vasos comunicantes ni capacidad de acuerdos. Lejos de eso, parece que el común denominador entre esas tres fuerzas de izquierda es la lejanía y hasta la confrontación.

¿Por qué es importante considerar este elemento? Porque, independientemente de cómo termine la elección de Gobernador —en la que uno de los abanderados gana todo, y los demás candidatos se regresan a casa con su derrota a cuestas—, es evidente que todos tendrán cierta representación el Congreso local. A estas alturas, es impensable suponer que en la LXIII Legislatura habrá un bipartidismo o dos grandes bloques de fuerzas políticas coaligadas, como —medio— ha ocurrido en la LXII Legislatura, que está a unos meses de culminar sus trabajos.

Lo natural y previsible, es que la integración de la siguiente Legislatura tendrá la característica de una profunda atomización en las fuerzas de izquierda, y eso provocará que —al margen del resultado— la bancada del Revolucionario Institucional pueda tener una mayoría, pero insuficiente para poder ejercer algún tipo de control sobre las decisiones y aprobación de leyes.

Todo eso resulta importante, justamente porque mucha de la fuerza o debilidad que puedan tener esas pequeñas fuerzas de izquierda (la coalición PAN-PRD, por ejemplo, no volverá a tener 19 diputados, como en la actualidad, sino que ese número será mermado por el PT y Morena), dependerá de la capacidad que tengan de establecer un proyecto conjunto de temas, y de generar algunas sinergias a partir de sus afinidades para actuar en bloque. No hacerlo, hará débiles a todas las pequeñas bancadas, y ello fortalecerá al Revolucionario Institucional que aún teniendo menos diputados que en la actualidad, buscaría la forma de seguir actuando como bloque.

LXIII LEGISLATURA

En la Legislatura siguiente, es previsible que tanto el PT como Morena logren conformar sus propias bancadas (es decir, que tengan más de dos diputados cada uno, provenientes de la ruptura de la alianza PAN-PRD, pero también de la eventual desaparición de algunos de los partidos minoritarios), que el PRI pueda compensar sus pérdidas con la anexión de lo que logre el Verde y Nueva Alianza; y que la Coalición CREO siga funcionando como mancuerna, pero con menos legisladores.

Generar este escenario es importante porque de ahí derivará mucha de la gobernabilidad que tenga el siguiente gobierno durante sus primeros tres años de gestión. ¿Qué va a pasar si las fuerzas de izquierda no logran ni visos de unidad o coincidencias en temas concretos? Simple: aún con una bancada débil (suponiendo que haya gobierno del PRI) éste terminará fortalecido por la división de sus adversarios.

Por esa razón, también entre los abanderados de la izquierda deben comenzar a preguntarse quién de ellos podría quedarse con los residuos de su trabajo electoral actual; si entre ellos podrán generar un solo liderazgo que los aglutine; o si estarán dispuestos a ser —algunos, o todos— arietes del gobierno para completarles las votaciones importantes y para generar división entre sus supuestos correligionarios de izquierda.

En el fondo, deben preguntarse quién heredará los resultados de los comicios legislativos y municipales del 5 de junio próximos. Ahí sí, mucho dependerá de la capacidad política de los liderazgos actuales de la izquierda en Oaxaca.

EL ENEMIGO, EN CASA

A pesar de la supuesta “operación cicatriz” —y de la innegable entrega de más posiciones de las que merecían, tanto en candidaturas como en los espacios de gobierno—, los operadores de medios del evielismo, siguen alentando la misma campaña negra de hace seis meses, en contra del abanderado priista a la gubernatura, en la prensa de la capital del país. ¿Qué nadie lo registra? ¿No lo saben enfrentar? ¿O no lo quieren ver?

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