En México, la corrupción inicia a través de los mecanismos más simples

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+ Necesario, comenzar a establecer controles sobre circulación de efectivo


Parece una broma, pero al pensar en la corrupción, en México ésta comienza en los trámites más simples y escala hasta los temas más complejos, como la contratación de grandes volúmenes de obra o la compra de insumos para el Estado. Así, podemos ver que este fenómeno no terminará mientras no se impulsen iniciativas como la del Sistema Nacional Anticorrupción, pero también, en tanto no se pongan en marcha otras medidas como la limitación en la circulación de dinero en efectivo. Mientras ello no ocurra, la corrupción será una forma cotidiana de convivencia entre nosotros.

En efecto, en su edición de ayer, TIEMPO informaba que según mediciones del Instituto Nacional de Geografía y Estadística y del Instituto Mexicano para la Competitividad, nuestra entidad se encuentra en el sitio número 12 con mayor corrupción. Señala que otro estudio del Huffington Post realizado entre empresarios, pone a la entidad en el sitio número nueve, y que desde hace cuatro años Oaxaca ha escalado al llamado ‘top ten’ de las entidades donde los moches son exigidos por funcionarios a ciudadanos —y ofrecidos por éstos a aquellos— y emprendedores para otorgar permisos y facilitar la realización de trámites. Es dramático el caso oaxaqueño, pero es una realidad que eso mismo se extiende a todo el país.

Esto, a la luz de la cotidianidad, no resulta ser ninguna novedad. De hecho, deberíamos poner en perspectiva algunas cuestiones que nos son particularmente familiares y que tienen como fondo el hecho de que, para muchas cosas, la estructura institucional está hecha para la corrupción entendida como el intercambio de dinero a cambio de la realización o el otorgamiento de un servicio público, pero también como una forma en la que el propio Estado cierra los ojos frente a necesidades que no se cumplen de la forma correcta, o que simplemente no son como deberían ser, y en ello resulta implicado el interés de la ciudadanía.

Un ejemplo muy simple es el de la tramitación de una licencia de conducir. Aquí ese es uno de los temas que menos importan para la seguridad de las calles es la licencia de conducir. Pues salvo casos excepcionales, en la gran mayoría de los casos es la propia autoridad quien promueve la falta de cumplimiento de los requisitos que, por pura lógica, debieran exigirse y cumplirse para que alguien fuera autorizado para conducir un vehículo de motor.

¿Por qué es la propia autoridad? Porque en muchos casos, es el propio gobierno quien establece formatos impresos en los que se establece, bajo protesta de decir verdad, que el solicitante de una licencia de conducir conoce a la perfección los reglamentos relacionados con la conducción de vehículos, que sabe conducirlos, y que además tiene las nociones precisas de las precauciones y medidas que debe cumplir para poder conducir.

Eso basta, en la gran mayoría de los casos, para que la propia Dirección de Tránsito correspondiente dé por hecho que el requisito de probar los conocimientos y las habilidades en la conducción de vehículos están cumplidas, y que por ende se encuentra en posibilidad de expedir la licencia correspondiente, que es a la vez un requisito formal, una validación del Estado sobre la conducción de vehículos, y un instrumento que sirve para hacer válidos otros mecanismos legales de protección que debieran ser igualmente más rígidos, como el seguro de daños a terceros, que en México tampoco es requisito para que un vehículo pueda circular por las calles de cualquier ciudad.

CORRUPCIÓN, POR OMISIÓN

Todo esto es tan común que ya lo vemos como cosa de nada. Sin embargo, vale la pena preguntarnos cómo funciona ese proceso en otros países. La sola comparación testimonial puede darnos muchas luces sobre el grado de responsabilidad que tienen los propios gobiernos con sus ciudadanos. Vemos el caso de España, que se entiende que es uno de los países de habla hispana donde el proceso es rígido.

Un testimonio da cuenta de ello. “Sacar el mentado carnet es una pesadilla –dice un bloguero mexicano que reside en España-. Aunque conozco algún mexicano que lo ha sacado sin problemas, hay gente que nunca lo logra. Hay que invertir mucha lana, tiempo y paciencia. Es bastante normal ventilarse entre 1.000€ y 2.000€ en autoescuelas… y en ocasiones mas. Todo este tema del carnet da para uno o varios post en sí mismo, que dejaré para mas adelante.

“Pero si estas de turista o quieres aprovechar tus seis meses de vigencia, enhorabuena! En contraparte con lo anterior, te encontraras con que España cuenta con una red de carreteras bastante buena y bien señalizada. Puedes usar los sistemas de GPS sin problemas, y si no cometes infracciones no tienes porqué temer de los policías, que no están aquí para extorsionarte.

“No olvides que hay muchas señales diferentes a las mexicanas y alguna incluso puede tener significado contrario. Por ejemplo, en México el amarillo intermitente de los semáforos indica preferencia con precaución. Aquí indica que no tienes preferencia, y puedes pasar cuando no venga nadie (y eso incluye a peatones y bicicletas). Ojo, que muchas veces te lo ponen por ejemplo ante un paso de peatones. Otra norma genérica es que a falta de señal, siempre pasa primero el que llega por la derecha. Y la recomendación eterna: conduce con precaución cuñao!”

Ahora bien, pensemos: ¿Por qué en México el trámite es generalmente laxo y, hasta en el caso de las licencias de manejo para el transporte público, la corrupción es tan común? La respuesta está en el hecho de que como todos estamos acostumbrados a la facilidad de que la corrupción ocurra como algo cotidiano, y como algo más simple de cumplir —sin comprobar— frente a las dificultades que implican los trámites que se supone que se deben cumplir pero que no queremos que se cumplan. Si se tomaran medidas que impactaran también en los particulares, habría mayores formas de controlar los actos de corrupción. Una de esas medidas, toral pero hasta ahora muy temida en México —puesta en marcha en algunos rubros, con demasiado tiento aún—, es la de la limitación del dinero en efectivo que circula entre la gente.

Esta es una medida que frenaría muchos actos indebidos, o que al menos haría más compleja su realización. Por ejemplo, cuando no había control sobre los depósitos bancarios, mucha gente tenía su “cuenta fiscal” y sus “cuentas personales”. La primera era la que declaraban ante las autoridades hacendarias, y las segundas quedaban exentas, hasta en tanto sus operaciones no levantaran las sospechas de lavado de dinero o de realización de operaciones con recursos de procedencia ilícita.

Hoy eso se terminó con la última reforma fiscal y la emisión de la llamada “ley anti lavado”, que definitivamente enlazó todas las cuentas de una persona para someterlas a la revisión de fisco federal en cualquier momento, y por ende se frenó en gran medida la utilización discrecional del sistema bancario como una forma de esconder el dinero. El problema es que eso resolvió la mitad del problema, porque hoy sigue habiendo más gente que utiliza y almacena dinero en efectivo como una forma de evadir las revisiones fiscales, o de realizar operaciones fuera de la revisión fiscal y, obviamente, seguir siendo susceptible a la corrupción.

FRENAR EL EFECTIVO

Una solución es frenar la circulación del dinero en efectivo, pero a niveles superiores a los que hasta ahora conocemos. Hay experiencias donde lo han logrado. Aquí la gran interrogante es cuándo estará lista la autoridad para poner ese freno a la corrupción cotidiana, pero también a las operaciones de la criminalidad, que tienen como una de sus piedras angulares justamente al dinero en efectivo. Es un tema de mediano y largo plazo que no debemos perder de vista.

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