Hablemos de David Bowie (II)

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Ismael Ortiz Romero Cuevas

…No contábamos con que dos días después de la presentación de “Blackstar”, Bowie moriría. El mundo se detuvo. Lloró. El 10 de enero, un día como hoy, pero de hace tres años, la música perdía a uno de sus más grandes exponentes que ha pisado este planeta: David Bowie.

¿Cómo?, hacía dos días que había presentado un majestuoso, oscuro y potente álbum de tan solo siete canciones que nos hacían alucinar de la emoción y es entonces, cuando entendimos que uno de los más grandiosos trabajos que se hayan escuchado en la historia de al música, era el fastuoso legado y la carta de despedida perfecta para Bowie, el artista que se negó a seguir reglas, el iconoclasta y que se hizo notar en el planeta porque casi cada uno de sus movimientos, de sus gestos, de sus notas, de su canto, de sus personajes y de su música, los había convertido en arte. Se había ido el gran David Bowie.

Recuerdo ese domingo 10 de enero de 2016, despertarme, revisar Twitter y encontrarme la fatídica nota. Como todo lo que hacía David, pensé que seguro se trataba de la muerte de su alter ego (ya lo había hecho cuarenta y tres años antes, cuando mató a Ziggy Stardust sin previo aviso), que había presentado hacía unos meses en el single “Lazarus” y que llevaba ese nombre en referencia también a la obra de teatro que Bowie había escrito al lado de Enda Walsh un año antes. “Se ha llevado las palmas al presentar un disco grandioso hace dos días y hoy muere”, pensé. Al paso de los minutos, fui corroborando que era verdad. David Bowie había fallecido.

No fui el único que se sorprendió ante esta noticia. A Simon Critchley, el autor de quien he venido hablando desde la entrega pasada le pasó algo similar. No entendía cómo había dejado este mundo de esta forma, sin embargo, en su libro “Bowie” describe algo que refleja la personalidad del cantante y que pareciera, hubiera sido planeado por él mismo de forma esmerada, precisa, minuciosa y creativa: “Bowie convierte el arte en muerte y la muerte en arte”, dice.

Critchley comienza a atar cabos entonces en la parte final de su obra, donde comenta que es quizá el tema “Lazarus”, el que narra lo que David sentía en ese momento, su semejanza con el personaje bíblico, aquél a quien le dijeron: “levántate y anda” y la forma en como nos indica que es quizá por su legado musical o su arrogancia que siempre resucitará de entre los muertos para hacernos sentir que el mundo es el lugar donde podemos ser lo que queramos, a pesar de la temática distópica que describe en casi cada una de sus canciones. Así es, David se sentía ya muerto, sabía que sucedería y nos lo dijo en forma de arte, ni más ni menos. A Critchley no le gustó la imagen de Bowie en el video clip de “Lazarus”, “…Bowie parece de repente tan viejo… su piel amarillenta y arrugada, caída y flácida bajo la barbilla. Parece muy frágil físicamente”. También el autor del libro expresa que a la muerte de Bowie, el clip se vuelve para él casi insoportable, pues se imaginó que podía ser la caída del ídolo erigido en su niñez.

Y por ello, un día como hoy, 10 de enero, pero de 2016, el genio y vanguardia de David Bowie dejaba la Tierra para seguramente egresar a su planeta, que es lo que muchos afirmaron, puesto que el espacio y la ciencia ficción eran una temática repetida en su música. Y vimos eso hasta en la portada de un ficticio diario en la entrada de la vapuleada cinta de 2017, “Liga de la justicia” de DC Comics-WB. Una milésima de segundo en el que al menos yo, me emocioné y quise aplaudir de pie a la pantalla de cine y no tanto a Superman, sino al enorme David Bowie. Obvio, mencionemos también que una versión de su tema “Heroes” interpretado por Gang Of Youth, fue uno de los principales de aquella película.

Simon Critchley se despide diciendo que agradece a Bowie también, el ayudarle a superar la muerte de su madre acontecida un año antes que la de su ídolo; nos narra que caía en una depresión cuando vino la trágica noticia y el New York Times (donde es colaborador habitual), le pidió escribiera algo sobre el cantante, pues conocían su gusto por su obra, asimismo, menciona que se la pasó dando un sinfín de entrevistas para diversos medios estadounidenses y británicos sobre todo. “De repente, todo el mundo estaba de duelo y eso me ayudó. Hoy hablo del fallecimiento de mi madre de manera menos dolorosa”, nos comparte.

David Bowie ha sido y será motivo de estudio de muchos intelectuales por su gran aporte al mundo de la música y el arte, por sus deleitosas relaciones y por ir contra corriente, mientras aceptaba distinciones académicas como Doctorados Honoris Causa o invitaciones de círculos intelectuales, rechazó el titulo nobiliario de Sir, que le ofreció la reina Isabel II en 1995. Pero también lo siguen y seguirán manteniendo en el gusto de millones de personas a quienes sus canciones, parecen algo sumamente genial, vanguardista, bello, profundo y a veces intrincado. Y así, el martes celebramos su aniversario y dos días después, conmemoramos su aniversario luctuoso y reitero que Critchley tiene toda la razón, solo Bowie pudo convertir el arte en muerte y la muerte en arte.

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