¿Ominosa calle?

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Carlos R. Aguilar Jiménez.

Inmersos en el resentimiento y polarización que caracteriza al gobierno en turno respecto del éxito de empresarios, triunfo de comerciantes y logros de quienes con trabajo, dedicación o estudios han logrado tener una calidad de vida mejor que los demás, el presidente exigió hace meses a España pidiera perdón a los mexicanos por lo que sucedió hace 500 años en tiempos de la Conquista, sirviendo la petición para quedar bien con el sector de mexicanos de “odios largos” que aún se sienten ofendidos por los “gachupines” a quienes como a franceses o estadounidenses también debería, en esa lógica de resentimiento, exigir una disculpa y, en el caso de EU, hasta una indemnización por el territorio que se anexaron y, ya en esa dinámica, al presidente se le está haciendo tarde para cambiar el nombre a una de las más emblemáticas calles de CDMX, la de Isabel la Católica, monarquía española responsable de la Conquista y del resentimiento de A.M. hacia la Corona Española.

El matrimonio de los reyes católicos facilitó la unión dinástica de Aragón y Castilla, que con la conquista de Granada y anexión de Navarra pusieron las bases de la monarquía española y su hegemonía mundial, obteniendo la denominación de: Reyes Católicos, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla por el Papa Alejandro VI, en la Bula: “Si Convenit”, expedida en 1496, dos años después del descubrimiento de América, siendo extraño que, entre las razones que externó el Papa para la concesión no se encuentra ni el descubrimiento ni la evangelización de los indígenas idolatras, sino la pacificación de los reinos de España, la expulsión de judíos y la defensa de los intereses económicos de la iglesia católica. El título de Rey Católico lo heredaron y conservaron sus sucesores y hoy, la actual Constitución Española reconoce el Rey Felipe II de España el uso de los títulos tradicionales de la monarquía, por lo que también puede utilizar el de “Rey Católico” o ser llamado: “Su Católica Majestad”, debiendo México, en lugar de exigir disculpas a España, manifestar todo tipo de agradecimiento por haber convertido a los mexicanos al catolicismo, haciéndolos cristianos y guadalupanos, por lo que así han garantizado su ascensión y entrada después de la muerte, al Cielo, al Habitáculo de Dios y sus Elegidos, quienes de no haber sido evangelizados a la fuerza o como haya sido, en principio por los misioneros enviados por España, seguiríamos adorando religiosamente a Huitzilopochtli, Tlaloc o Quetzalcóatl, como se hizo devota y sacrificialmente en México durante siglos, hasta la Conquista de Isabel la Católica y Fernando, a quienes todos y cada uno de los mexicanos católicos deben agradecer su nueva religión, porque si no hubiera sido por el patrocinio de los Reyes Católicos a Cristóbal Colón y luego a los colonizadores, la insignificante vida ante la eternidad,  significaría sufrir para siempre en el infierno por paganos y no disfrutar del Paraíso por católicos, mientras la calle de Isabel la Católica no cambie de nombre por el de Tlaloc o Coqui-Xee. 

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