Condenar por linchamiento

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Carlos R. Aguilar Jiménez.

Ante la inoperancia e ineptitud de la policía y absoluta impunidad ante crímenes y delitos de todo tipo, donde el 99 % de delitos no se castigan, sucede que cuando las víctimas o testigos atrapan al delincuente, sabiendo que si la policía lo arresta de inmediato será liberado, ya sea por gente de Derechos Inhumanos o porque no hay denuncias, que no sirven para nada y es perdida de tiempo, la gente opta por linchar a los maleantes sin ningún juicio, únicamente por consenso de muchedumbre  tratando que de esta forma escarmienten, aunque lo seguro es que con mayor odio y resentimiento delincan después con más agresividad, linchando más o menos como pretende el gobierno a expresidentes, de Nieto a Salinas, no por medio de leyes y lo que determina la constitución, sino por linchamiento o lapidación, consultando a la gente si se condenan o no.

Si los expresidentes o delincuentes son culpables o no, se les debe enjuiciar o procesar legalmente, y con pruebas irrefutables castigar, encarcelar o liberar de toda culpa, no linchar según lo decida una turbamulta u horda de resentidos con el pasado, porque para eso existen las leyes y, si existe evidencia irrebatible de delitos cometidos antes de que prescriban, realizar la denuncia legal correspondiente, presentar pruebas, evidencias, documentos y someter a juicio al implicado, porque como dice el magistrado Luis María Aguilar al exponer inconstitucional la consulta – linchamiento, y el presidente respondiendo a los ministros que no se dejen intimidar y decidan considerando el sentimiento del pueblo, y a partir de este mal ejemplo de ilegalidad, entonces la aplicación de la ley y busca de justicia, dependerá de lo que cada quien sienta, de sus emociones o pasiones, pudiéndose justificar cualquier delito diciendo que se estaba enojado, perturbado, desquiciado, alegre, apasionado o lo que sea se sienta visceralmente, sin que al respecto valga la ley, códigos o la constitución, sino lo que sienta el pueblo, la muchedumbre o gentío dispuesto a aplicar “justicia” o venganza por su propia mano, sin saber a ciencia cierta si el implicado es culpable o no, sino únicamente lo que sienta la enardecida multitud que como en tiempos inquisitoriales, de guerra, cacería de herejes o enemigos políticos, había que desterrar, desacreditar, desprestigiar o eliminar, principalmente cuando se les culpaba de todos los errores, pobreza, injusticia o ilegalidad y corrupción que no se podía solucionar, un poco como hizo Hitler quien para ganar el puesto de Führer, jefe, prometió a su pueblo reivindicar indemnizaciones y sanciones que debieron pagar y cumplir luego de perder la Primera Guerra Mundial, diciendo que los alemanes eran una raza superior, como ahora se creen los chairos que suponen inferiores a los demás, ya sean del PRI, PAN, PRD o empresarios capitalistas, que como a los judíos en tiempos de los nazis se les culpa de todos los males que ha vivido México desde Salinas hasta Peña, buscando la condena del pueblo bueno y de raza superior, el que no es corrupto, no transa ni engaña y quiere castigo para los presidentes del pasado por linchamiento. 

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