Mentir para ser populares

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Carlos R. Aguilar Jiménez.

La consigna y estrategia fundamental de todo político, desde el que se inicia en el mejor negocio para vivir del presupuesto, hasta el presidente de cualquier país, es mentir para ser popular, decir lo que sea para convencer a la gente y en sus discursos nunca decir la verdad, sino lo que deje contentos a los demás, porque a diferencia de lo sucede en la academia o ciencia, se dice la verdad y exige se demuestre, de otra forma no se pueden aprobar exámenes o titularse ante jurados o presentar tesis de grado, en política lo que vale y funciona mejor es mentir, engañar, prometer, falsear y exagerar, sin importar exista sustento o evidencia de lo que se diga para ser popular.

Al presidente Trump quien en cada oportunidad que tiene de dirigirse a través de los medios miente para ser popular y hace unos días se enteró estaba por perder las elecciones y no poder reelegirse, varias cadenas de televisión donde expresaba su inconformidad lo desconectaron y los conductores indicaron que, por respeto a su audiencia acallaban al mandatario, igual que Twitter y Facebook, porque en la defensa de los derechos de la audiencia, como sucede en México en función de leyes para radiodifusión o televisión, no se deben expresar falsedades, simulaciones, mentiras o declaraciones que puedan herir susceptibilidades, estableciendo categorías de audiencia y horarios, por lo que televisoras estadounidenses apagaron micrófonos y sacaron del aire al candidato, y si bien podría decirse no se respeto el derecho de libertad de expresión, lo cierto es que por ética profesional, moral propia y social, no se deben difundir mensajes engañosos o falsos, dando en este aspecto un ejemplo la televisión estadounidense, situación que jamás ocurrirá en México o en Oaxaca, donde la estación de radio XEOA se dedica impune y sin ética a engañar a sus desesperados radioyentes transmitiendo programas de charlatanes, chiflados y desquiciados curanderos que se dicen parapsicólogos y con engaños prometen sanar enfermos, sin importar su padecimiento porque su intención es ganar dinero sin escrúpulos, tanto de los curanderos como del dueño de la estación, de la misma forma que sucede en palacio nacional todas las mañanas donde se expresan todo tipo de declaraciones con sus propios datos, sus respectivos números y particulares estadísticas para que se vea que todo esta bien el país, que todo funciona y nunca ha habido mejor gobierno, declarando, por ejemplo, que vamos bien con la pandemia cuando hemos llegado a 100 mil muertos, que la economía crecerá como la holandesa, la inseguridad terminó, las dependencias federales se irán a los estados, el empleo crecerá, la corrupción acabará y pronto viviremos en un país sin pobreza y justo, aunque sospecho que sería posible únicamente al estilo del Mundo Feliz, de A. Huxley, donde con mentiras oficiales la gente vive una distopia, donde se manejan las emociones por medio de drogas (mis propios datos) e hipnopedia, que combinadas cambian radicalmente la sociedad, al modo de la 4T.     

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