Carlos R. Aguilar Jiménez.
Probable o seguramente uno de los contextos de vida que más nos interesa tener e incrementar es el prestigio, buena reputación, renombre o celebridad porque de ello depende el reconocimiento, aprecio y consideración distinguida que nos tengan los demás, y lo mismo aplica para las instituciones, negocios, firmas, franquicias o el mismo gobierno, siendo este último el que menos se interesa por tener o conservar, dado que todos sabemos que políticos y gobernantes no tienen escrúpulos, renombre ni buena reputación, sino todo lo contrario.
Si bien muchas instituciones y gremios nacieron o se fundaron con las mejores intenciones y buena voluntad y, su desempeño o función al principio de sus actividades fue meritoria, honesta y respetable, finalmente se pudrieron y alcanzaron el desprestigio como gremio, aunque entre sus integrantes existan uno o dos que sean excepción, tal como sucedió con los sindicatos, la CTM por ejemplo, que de organización, confederación, noble de trabajadores que buscaban la defensa de sus derechos como empleados al servicio de patrones o empleadores, se transformó en mafia siniestra de dueños y patrones que venden protección, agreden y asaltan a constructores y a todo aquel que no los contrata o paga derecho de piso. Y lo mismo aplica a todos los líderes de sindicatos
Otro gremio que se pudrió es el del magisterio y normalistas a través de su Secta sindical, la 22, que hasta mediados del siglo pasado estaba conformada por profesores respetables en su desempeño docente y dignos como personas, convirtiéndose en un grupo maligno de secuestradores de negocios y oficinas, asaltantes de casetas de peaje, indolentes y analfabetos funcionales despreciados por la sociedad, igual que los carteros del servicio postal que se robaban envíos de dólares de migrantes y hacen perdedizas muchas cosas de paquetería, de la misma forma que los policías viales a quienes antes la gente en su día hasta les daba regalos, siendo hoy una banda delictiva dedicada a infraccionar y despojar a la gente de sus vehículos, aplicando lo mismo para policías, agentes del ministerio público y en especial taxistas, camioneros y mototaxistas, quienes alguna vez en un tiempo no lejano eran distinguidos servidores públicos, siendo hoy una banda de póngidos cuya brutalidad es proporcional al tamaño de su camión o al peluche del tablero de su vehículo.
Con la extrema corrupción que se convive en México y la impunidad con la que se actúa, cada quien, cada gremio hace lo que quiere perversamente porque no se aplica la ley, porque los gobernantes no quieren ser clasificados como represores o tiranos, así que en esta dinámica los únicos gremios que se salvan del desprestigio, descrédito e impopularidad, que aún se mantienen dignos y respetables, son la Cruz Roja y los Bomberos, porque todos los demás gremios o son corruptos por tradición o sus integrantes jamás nunca en casa, en familia y menos en escuelas públicas de la Gestapo 22, les enseñaron ética o civismo para convivir en sociedad con prestigio y la frente en alto.