Vienen los muertos

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Carlos R. Aguilar Jiménez.


Por supuesto que nadie en su sano juicio quiere morir, y como sea nos aferramos a cualquier credo, fe o religión que nos prometa que la muerte del cuerpo únicamente es una transición hacia el más allá, hacia ultratumba signifique lo que sea; para los musulmanes tiene una promesa de bienestar inefable en su respectivo paraíso al lado de Alá, para los budistas el Nirvana o disolución del ser, los hindúes creen que los espíritus de sus muertos reencarnan en otro cuerpo ya sea humano o animal y, los cristianos creen que si se portan bien en vida tienen asegurado el cielo o si no, pagando indulgencias, podrán acceder al habitáculo de Dios y los elegidos y ahí, a bordo de una nube con un arpa descansaran en paz, hasta que ocurra la segunda venida de Cristo y Resurrección de los Muertos. Para todos los que no se portan bien en función de la moral o mandamientos de comportamiento religioso, los excomulgados, ateos, herejes, apóstatas y todos aquellos que incurren en Pecado Mortal, el destino de su alma maligna en el más allá, en ultratumba, es el Infierno donde por siempre serán torturados por demonios entre las llamas a elevada temperatura, según definió Durante Alighieri Cacciaguida en su célebre novela, así que, según las diferentes creencias o religión de cada quien, lo cierto es que los muertos no están muertos, porque aunque dejaron el cuerpo, de alguna forma existen, siguen siendo ellos y así todos nuestros antepasados ya fallecidos, se encuentran en algún lugar del más allá, pero con cierto salvoconducto o permiso especial, ya vienen, y entre el 1 y 2 de noviembre nos visitarán, estarán entre  nosotros aunque no los vemos ni los podamos detectar de ninguna forma excepto por nuestra fe, fantasía e ilusión, por lo que felizmente y a su querida memoria en nuestras casas instalaremos el tradicional “Altar de Muertos” con todas sus características tradicionales, confiando en que vienen los muertos y disfrutarán por unos días de lo que sabemos más les gustaba cuando estaban vivos en la Tierra y les ofreceremos con gusto: pan de muerto, chocolate, frutas de temporada, mezcal, vino, cervezas, un vaso de agua, aunque se políticamente incorrecto, también sus cigarrillos, quizás algún refresco, bebida o platillo que haya sido su preferido, porque los muertos-vivos mueren dos veces, la primera cuando fisicamente, según las creencias en ultratumba, desde tiempos prehispánicos en el Mictlán, hasta el Cielo cristiano, al fallecer físicamente, al cesar toda función fisiológica, cardíaca y cerebral, y la segunda vez, cuando se olvida alguien definitivamente del muerto, cuando no se le recuerda nunca más y se olvida para siempre, siendo esa la muerte definitiva, la que no queremos y por ello en todos santos y fieles difuntos, honramos a nuestros muertos, recordándolos con cariño y amor como cuando estaban vivos o incluso más, porque los amamos, los quisimos y convivimos con ellos, debiendo servirnos estos días de muertos para reflexionar respecto de lo que debemos querer, respetar y atender a los adultos mayores que aún viven, porque porque nacimos, fallecemos y, nadie debe arrepentirse por no haber hecho en vida lo que ahora pretenden al recordar a sus muertos.

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