Carlos R. Aguilar Jiménez.
A nivel institucional, federal e incluso municipal, en el país tenemos nuevas autoridades, desde el presidente de México, AMLO, quien apenas hace mes y medio asumió el poder y obtuvo autoridad total, hasta el más sencillo director o cualquier jefe menor de área o departamento, de los que se deben diferenciar quienes fueron nombrados por elección o votación popular, y los que resultaron preferidos entre cuates para ocupar los cargos de confianza, que como nuevas autoridades, en todos los niveles de gobierno ocuparan durante los próximos períodos de tiempo oficiales sus cargos, siendo entretanto, responsables de la administración de los poderes institucionales y del dinero público, por lo que se supone deben ser autoridades responsables, éticas y profesionales.
De las diferentes nuevas autoridades que ahora gobiernan, se espera que la más responsable sea la que uno eligió, siendo así corresponsabilidad entre el votante y elegido como autoridad , de la que si algo o todo sale mal será culpa de ambos y no nos debemos quejar, porque nosotros elegimos la autoridad, no obstante, si se trata de una que no votamos, que fue asignada o impuesta, entonces si podemos reclamar y exigir resultados, porque en México la mayoría de autoridades en todas las instituciones no llegan a ocupar el cargo de autoridad por méritos, virtudes o cualidades, sino por nepotismo, amiguismo, compadrazgo, recomendaciones, influencias, compromisos políticos o alianzas en la que se nombra a amigos leales como cómplices; subordinados que no protesten, que nunca digan la verdad al jefe, sino siempre lo que le deje contento y eleve su pobre autoestima.
Toda figura de autoridad, potestad o mando debe ser una persona con madurez, criterio, conocimiento del contexto donde se desempeña, ser justo, estar siempre presente, no debe tener prejuicios, tiene que ser probo y respetuoso, saber reconocer errores, ordenar con el ejemplo, establecer reglas claras de trabajo, estar dispuesto a disculparse, jamás amenazar, nunca utilizar la ironía y sobre todo, entender que su nombramiento como autoridad es efímero y todo se paga, así que, si de momento tiene autoridad y el puesto se le sube a la cabeza, creyendo que es superior a los demás, comportándose soberbio, despótico y arrogante, será entonces una autoridad cómplice de la corrupción, despreciando cualquier opinión, propuesta o sugerencia que se le haga, porque creyendo que siempre será autoridad, supondrá equivocadamente que su voz es ley, convirtiéndose en autócrata, no obstante, si la autoridad trasciende que no es más que un servidor público, su desempeño será ejemplar, de estadista y no de político corrupto como sucedió hasta el año pasado, por supuesto, siempre con escepticismo, porque las nuevas autoridades apenas comenzaron a gobernar y aún no es tiempo para hacer juicios con prejuicios respecto de las nuevas autoridades de México y Oaxaca de Juárez, de quienes los ciudadanos esperamos sean probos, íntegros, honestos y dignos gobernantes, obviamente sabiendo que nada es para siempre y perennemente se regresa a lo que pudo ser y no fue.