Carlos R. Aguilar Jiménez.
La culpa, desliz o responsabilidad como consecuencias de acciones o decisiones que deberíamos asumir o adjudicarnos, en general nunca son culpa de uno, sino de las circunstancias, el entorno, las envidias, los signos zodiacales o lo que sea, menos de uno y así, desde el albañil que dice el que trabajó antes en la obra dejo todo chueco, hasta el mecánico que acusa a quien antes haya “reparado” el coche de haberlo hecho mal, o el que choca y culpa al otro conductor aunque maneje ebrio; ahora es el gobierno quien culpa de todo a los anteriores, especialmente a Peña y no únicamente al sexenio anterior, sino a los de hace 30 años e incluso antes, en una culpa retrospectiva que podría en regresión llegar hasta Moctezuma y Cuauhtémoc como culpables de la Conquista y evangelización de México por no haber sabido defender su imperio, que seguramente también era corrupto, y no proteger a la verdadera religión mexicana que veneraba a Tlaloc o Huitzilopochtli, y no a los dioses neoliberales: Jesucristo y la Guadalupana traídos por los conquistadores, porque hacia atrás en el tiempo incluso el prehispánico, todos los gobernantes han sido de lo peor.
Calificadoras internacionales de economía, entre ellas Standard & Poor descalifican a PEMEX y CFE, reduciendo de estable a negativa en su calificación a las empresas por el deterioro de perfiles de riesgo de negocio y financiero…”con los cuales se compromete la recuperación de sus principales líneas de negocio”, a lo que al respecto el gobierno federal dijo: “Lo único que puedo reprochar de manera respetuosa a las calificadoras, es que durante ese tiempo que imperó la corrupción, se quedaban calladas”. Considerando que los malos resultados y calificaciones negativas extranjeras, no de sus seguidores para quienes todo es ideal, son consecuencia de las políticas neoliberales de anteriores gobiernos corruptos, no del actual, porque según los morenos lo que se está haciendo actualmente es perfecto e infalible, exactamente igual que el albañil, mecánico o quien sea que no reconoce ni acepta sus errores y desatinos, o no sabe como “desfacer entuertos” o arreglar desperfectos y culpa de los platos rotos que acaba de tirar a quien lo nos acomodó bien o no secó después de lavar y resbalaron, eludiendo así su responsabilidad o soslayando la culpa. Pagar por platos rotos es una tradición mexicana muy arraigada que sirve para sentirnos víctimas y no culpables, en dinámica psicológica de soslayo, escapatoria y evasión en la que de nada somos responsables y así podemos sentirnos bien, a gusto al no hacernos responsables, culpando o acusando siempre a quien se deje, esté cerca o en el mejor de los casos, a los gobiernos anteriores, al calentamiento global, mala suerte o incluso a Dios, quien en sus insondables misterios nos hizo pobres, imposibilitados o lo que haya sucedido genética, social, económica, geográfica o políticamente para que vivamos como nos corresponde, como nos va en la vida en razón directa de nuestros actos y decisiones, no de los demás a esos que siempre nos gusta culpar y acusar ofensivamente de nuestras carencias o limitaciones, de los platos rotos que haya que pagar…