Carlos R. Aguilar Jiménez.
Se habla como tema central en asuntos de política, derecho inhumanos, administración, servicios y todo lo que se nos pueda ocurrir, de inclusión social o inserción política y administrativa, en la que todos, absolutamente todos puedan participar; mujeres, indígenas, los que tengan preferencias sexuales distintas, con capacidades diferentes, credos distintos y, en general, todo mundo en una inclusión plena y nacional, pero, –¡he aquí el pero!– El nombre de nuestro país, que excluye a todos los pueblos de lo que ahora es México, derivado de los mexicas, los aztlanecas (que veían de Aztlán) o aztecas, excluyendo a zapotecas, mixtecos, mayas, olmecas y demás pueblos que se deben decir mexicanos cuando en sus orígenes no lo son y no querríamos serlo en ese entonces y tampoco ahora, porque el pueblo azteca era opresor, despótico y abusivo, por eso alegremente se aliaron contra ellos los pueblos a quienes convocó Hernán Cortez para derrocar a los mexicas o mexicanos.
Si hablamos de inclusión debemos entonces cambiar el nombre de México, de Estados Unidos Mexicanos, porque es excluyente de todos los demás habitantes del valle de Anáhuac, que no tienen que ver con zapotecas, otomíes, matlatzincas, mixes o oaxaqueños, que si bien no figuraron notablemente en la etapa de la Conquista Española y la Colonia, esto no obsta para que hoy a dos siglos de la Independencia este país se llame México, porque es excluyente y segregacionista, debiendo tener un nombre que englobara a todas las etnias de esta nación. CDMX, ha sido desde la conquista el lugar de administración política del país y el centro de saqueo y usufructo abusivo del resto del territorio nacional, igual que antes de la caída de Tenochtitlan, porque desde entonces y hoy, CDMX se beneficia de todos sin que aporte casi nada, porque no produce alimentos, utiliza agua foránea, electricidad que viene otros estados, gasolina de petróleo que se extrae lejos, metales, cristales, plásticos, pavimentos, papel, madera, telas y casi todo lo que se nos ocurra, que ahí no se genera, cultiva ni crea para alimentar y hacer vivir bien a 20 millones de (¡ellos sí): Mexicanos!, en una dinámica histórica de beneficios, servicios y bienes que tiene que suministrar o abastecer la nación, desde sus enormes construcciones, inmensa infraestructura y los mejores bienes y servicios del país, como era en tiempos de los mexicas, por lo que si queremos ser incluyentes y justos con todos los pueblos originarios de esta nación, debería cambiarse el nombre de México, y ahora que la 4T pretende cambiar todo, dice ser justa, honesta, respetuosa e incluyente, en consecuencia propongo que México únicamente sea CDMX y el país entero se denomine oficialmente con otro nombre, una denominación oficial que incluya a todos los pueblos, no únicamente a mexicas. Quizá podría llamarse… (dejo el nombre a su mejor elección), desde luego siendo incluyente de todos los pueblos y estados.