Desolación mundial

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Carlos R. Aguilar Jiménez.

Excepto en tiempos de guerra recientes, desde quizá la II Guerra Mundial cuando ya existían telecomunicaciones, radio, telégrafo, teletipo y televisión que informaban casi inmediatamente de acontecimientos de los que pocos se enteraban porque los televisores eran escasos y la radio no se especializaba en sensacionalismo de noticieros, hoy, cuando existe intercomunicación vía satélite, por fibra óptica, teléfonos, internet y todas sus aplicaciones que nos permiten intercomunicarnos instantáneamente con cualquier país del mundo, podemos darnos cuenta que vivimos una gran desolación mundial, no únicamente local porque sabemos de toda la desolación en el planeta.

Como en tiempos de beligerancia y guerra, porque estamos en guerra contra enemigos invisibles, microscópicos pero letales, la gente tiene que quedarse en casa, aislar, evitar el contagio y enfermarse y, si bien no tenemos que cuidarnos de la caída de bombas o de la toma de las ciudades por ejércitos invasores enemigos, la situación es parecida, guardando proporciones, porque al margen de circunstancia de excepción que se dan durante guerra, lo que es evidente es la desolación en ciudades, soledad en calles y lugares emblemáticos antes concurridos, amén de la melancolía que causa no poder reunir con amigos y familia, la imposibilidad de salir plácidamente a la calle, el impedimento de no realizar nuestras rutinas y las complicaciones para hacer lo que acostumbramos, desde no poder visitar a la novia, familia o amigos sin el temor de contagiarse recíprocamente por las diferentes actividades y contactos respectivos; invadiéndonos una desolación o nostalgia contagiosa porque entendemos que así debe ser y no podemos hacer algo para evitarlo. Desolación en la ciudad, soledad en calles, melancolía en casa, añoranza por la rutina, tristeza por inactividad, aburrimiento por ociosidad y muchas otros sentimientos por añoranza son lo que esta comenzando a manifestarse en la diaria convivencia casi obligada a cuarentena y aislamiento, de la que quizá optimistamente podríamos aprovechar la oportunidad para reflexionar respecto de nuestra vida, procurando encontrarnos con nosotros mismos y con los demás, planeando nuestro futuro en la perspectiva que no estamos desolados por una guerra entre humanos, sino contra virus y que no es necesario alistarse en el ejército, excepto los médicos, enfermeras e investigadores, que como un ejército noble están planeando estrategias bélicas y buscando el arma adecuada para matar a los virus sin matar al huésped. Viviremos hoy y abril una desolación mundial que concluirá felizmente para los humanos al derrotar a los virus, como sucede en China donde comenzó todo, así que debemos alegrarnos de que no sea una guerra mundial, la III, ni una conflagración en la que ejércitos se reten a muerte, sino una atroz pandemia que nos ha llevado a vivir una desolación mundial y tristeza por la muerte de miles de personas infectadas, como bajas de guerra. 

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