Carlos R. Aguilar Jiménez.
Religiosa, política y socialmente casi no tenemos relación con nuestros antepasados, con la cultura prehispánica (prehispánico, es concepto técnico, no político ni ideológico) y con la forma de vivir de nuestros ancestros zapotecos y demás pueblos que construyeron Monte Alban y antes el asentamiento humano o poblado que vivía con potencial para construir monumentales edificios, por lo que al convertirnos a la fuerza en cristianos, olvidando lo que fuimos durante más de dos mil años, ahora casi nadie se acuerda de aquellos tiempos en que veneramos a Cosijo, Tlaloc, Huitzilopochtli o Tonatiuh, el Dios Sol, que desde hoy al iniciar la semana sagrada que incluye al día ascio, seguramente en tiempos prehispánicos se organizaban trascendentes ceremonias, rituales y festejos.
Esta era y debía seguir siendo, una semana sagrada, porque más allá de las creencias religiosas de cada quien o ideología que mejor nos convenga, lo cierto es que los pueblos prehispánicos no hacían nada sin consultar a los astros, como señala el Arqueólogo y arqueo astrónomo Anthony F. Aveni, en su libro “Astronomía en la América Antigua: “Fenómenos astronómicos significativos coinciden tanto en las direcciones a las que las flechas apuntan, como con las perpendiculares a los frentes de los edificios…” Por ejemplo, en Monte Alban la perpendicular a la entrada está dirigida hacia Capella, cuya salida helíaca anunciaba el transito del sol por el cenit. Una relación arquitectónica más sutil está indicada en la precisa alineación existente entre la entrada al edificio P y la escalera del edificio J. El edificio P contiene una c amara que tiene en el techo un tubo vertical que da acceso a un pedazo de la bóveda celeste…Si la desorientación deliberada del frente del edificio J respecto a los otros edificios de Monte Alban tenía motivos astronómicos, debemos considerar el fenómeno de la salida helíaca de Capella en el día del transito solar por el cenit como la más probable explicación. Capella al hacer su primera aparición en el cielo de madrugada, anunciaba el día en que el sol no daría sombra al mediodía. Los sacerdotes podían descender dentro de la cámara del edificio P para confirmarlo. La importancia de la fecha del transito cenital (día ascio) en Mesoamérica ha recibido solida documentación etnográfica (véase por ejemplo Nuttall 1930). Evidentemente este evento astronómico era tan importante para los zapotecas, que dotaron a su dominio terrenal con un simbolismo arquitectónico de dicho suceso al torcer el edificio J para llamar la atención al tubo cenital del edificio P”. Suceso que fue no únicamente astrológico, sino también sagrado, consagrando el día ascio, en tiempos actuales el 8 de mayo, una fecha que debería reivindicarse socialmente requiriendo a quien corresponda se festeje y, además se incluya en los libros de texto gratuito como el equinoccio y solsticio, también el día ascio, que este viernes 8 de mayo a las 13:20 sucederá, iluminando sin sombra, llenando de calor y color a Monte Alban y Oaxaca, anunciando el inicio de la temporada de lluvias, de cultivo de maíz y la estación de vida de nuestros ancestros hoy olvidada. Aunque no por mí, y desde hace 40 años celebrada en el Observatorio Astronómico Municipal, como consta.