Carlos R. Aguilar Jiménez.
Desde que en los años 60 se descubrió la Tectónica de Placas y Deriva Continental explicándose con esta dinámica geológica la causa de sismos y terremotos además de la separación de los continentes a partir de la gran masa de tierra de donde partieron, conocida como Pangea, que asimismo explica la forma del perfil occidental de África y oriental de Sudamérica, que se pueden ensamblar como piezas de rompecabezas, hoy nadie cree que los sismos o terremotos, como la pandemia y cualquier otro fenómeno natural o biológico, incluso problemas personales, sean castigos sobrenaturales o condenas divinas que se puedan solucionar con rezos o peregrinaciones, como solía hacer mi abuela en los años 60 quien en el momento de los terremotos se hincaba a rezar y mi papá tenía que sacarle de la casa cargando a la calle de Bustamante donde vivíamos.
Ocurrió un terremoto muy fuerte el martes pasado que afortunadamente tuvo epicentro y expansión de ondas en una zona casi deshabitada; si hubiera sido más al norte o centro del país hubiera sido devastador, aunque no tanto por haber sido oscilatorio y no trepidatorio, dentro de esa actividad geológica, meteorológica, oceánica y biológica (por la pandemia que vivimos) que determina nada es para siempre, que todo cambia, se modifica, transforma y altera como sucede con la vida e incluso con el cambio climático, que en su primera palabra se refiere al cambio, la impermanencia que es parte del comportamiento de la naturaleza que nos lleva directamente a Carlos R. Darwin, y supervivencia diferencial de los más aptos… a los cambios, del tipo que sea. Pobres, ricos, morenos, rubios, listos o como sea cada quién, animal o persona, a la naturaleza no le importa porque para el universo somos lo mismo que las hormigas donde lo único que vale es el éxito reproductivo y la sobrevivencia, de tal suerte que ante lo que antes calificábamos como castigos de Dios y hoy llamamos desastres naturales, lo único que vale es sobrevivir y reproducirse, todo lo demás son anécdotas o historietas, por lo que hemos sido afortunados, como contingencia natural, que el terremoto a pesar de su magnitud, no haya causado decenas o miles de muertos y hasta el momento hayamos sobrevivido al Covid, pero quien sabe a lo que venga, porque la naturaleza siempre tratara de matarnos y nosotros defendernos de su dinámica, y no porque la naturaleza sea buena mala, porque simplemente ES, y somos nosotros los que la calificamos con juicios de valor, dependiendo así de nosotros mismos nuestra supervivencia y seguridad, previendo lo que haya que hacer para no contagiarse de virus y no morir enterrados en el próximo terremoto o en cualquier otro fenómeno natural como los próximos huracanes de esta temporada que inundarán a unos y beneficiarán a otros, porque todo depende de nuestra perspectiva y supervivencia diferencial de los más aptos, como demostró mi tocayo de quien llevó pundonorosamente su nombre.