¿Educar o prohibir?

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Carlos R. Aguilar Jiménez.

Para los ignaros diputados e incultos gobernantes, quienes, no obstante, tengan licenciaturas o especialidades académicas, de ninguna forma son gente culta ni ilustrada, porque licenciatura y cultura están lejos de ser lo mismo. Una persona culta no sólo distribuye sus conocimientos; incorpora algo más a los datos y entiende de contextos y consecuencias,  y dedicarse a la política sabemos no requiere cultura ni educación (diferente de instrucción) sino vivir entre transas, subterfugios,  mentiras, farsas o engaños y, en este sexenio, aplaudir el populismo que tantos votos genera, procurando ser populares y notorios con la gente que votó por ellos, prohibiendo, vedando, obstaculizando, entorpeciendo y dañando a empresas transnacionales a las que tanto odio tiene el presidente y de paso a dueños de misceláneas, tiendas, tendejones y humildes puestos de golosinas y refrescos que ahora para poder vender los “productos chatarra” que sostienen su economía, deberán exigir a clientes credencial del INE que demuestre tienen 18 años, como con cigarros y licores; no así con garnachas, memelas, molotes o clayudas que por alto contenido de carbohidratos y grasa en forma de asiento son más perjudiciales que una bolsa de churrumaíz o papas.  

 Los diputados son elementales y pedestres expertos en el chismorreo, retórica, demagogia y halago, quienes durante tres años mientras tienen poder se sienten todopoderosos y con absoluta certeza y razón en sus decisiones y, si además el servilismo les sirve para quedar bien con el gobierno se dedicarán a prohibir todo lo que no les guste, en lugar de procurar leyes para educar a los niños y mejorar la calidad de vida de todos. Educar es dirigir o encaminar desde el nacimiento y en familia el proceso de aprendizaje, adquisición de conocimientos esenciales, valores y principios para promover determinadas reacciones y comportamiento frente a la vida y circunstancias sociales, convirtiendo a los niños en individuos con hábitos y costumbres inculcados por el educador, ya sea su padre, madre o familia, complementándose con la instrucción y educación que se recibe en la escuela, de tal forma que si en Oaxaca hubiera un magisterio comprometido con los niños y no la infame Secta o Cártel 22 que se dedica hace años a arruinar a estudiantes pobres, no habría necesidad de prohibir la venta de refrescos y alimentos empaquetados, porque a diferencia de los estudiantes que por pobreza tienen que asistir a escuelas públicas y comer lo que sea, los alumnos de escuelas privadas, además de recibir una educación mejor en sus casas y superior educación en escuelas privadas, son niños sanos, deportistas, atletas y, obviamente, hay de todo, también obesos y flojos, pero son el menor porcentaje, dado que lo contrario sucede en escuelas públicas donde los niños son obesos, desnutridos, no deseados y en general únicamente acuden a la escuela para aprender a leer, escribir y realizar cuentas, lo demás, alimentarse sanamente, practicar deportes o titularse, a pocos les interesa porque así es la vida y la sociología lo demuestra: los pobres son obesos y tienen hijos, mientras los ricos son cada vez más ricos y saludables. 

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