Ismael Ortiz Romero Cuevas
Nos sentimos maniatados y completamente incomunicados. Ayer aproximadamente a las 11:00 de la mañana, el WhatsApp (WA), Facebook (FB) e Instagram (IG) registraron una caída de varias horas, dejando a los más jóvenes, con el sentimiento de sentirse que su teléfono celular no servía para absolutamente nada, solo para hacer llamadas, pero en este tiempo, ¿quien hace eso?, eso es muy ‘vintage’. La interacción social es una situación que muchos estábamos olvidando y los más chavos, ni siquiera han desarrollado esa habilidad con mucha destreza que digamos. A ellos, hablar por teléfono con alguien, les produce una especie de ansiedad.
Uno de los grandes escapes en este tiempo pandemia y de encierro necesario, es justamente el internet, que ha servido como una ventana al mundo y de sentir que no estamos tan solos, aún cuando sea lo contrario. Sentimos que, a través de nuestro teléfono, tableta o computadora, podemos ver y estar al pendiente de lo que sucede con nuestros seres queridos, con nuestros amigos, ver noticias y de seguir paso a paso lo que publican nuestros contactos en esas redes sociales que son publicaciones que van desde ventas de algo, una foto antigua o reciente y hasta qué es lo que van a comer. Criticamos eso, pero estamos al pendiente.
Pero el WhatsApp se ha convertido más que en una red social y de envío de mensajes instantáneos, es una herramienta de trabajo, donde nos podemos enviar archivos, donde está el grupo de la oficina (con todo y el jefe), el grupo de la escuela y contactos y asuntos de diversa índole. Casi, esta aplicación se ha convertido en la segunda más importante de nuestro dispositivo móvil y ayer, simplemente no funcionó. Y quienes pasamos de vivir una niñez y juventud analógica, no nos costó demasiado trabajo comenzar a enviar SMS, como cuando compramos nuestro primer teléfono celular y eso, era novedoso. Sin embargo, muchos descubrieron esa función apenas ayer. Redescubrimos el correo electrónico y muchos, que veían a Twitter como una red solo de distribución de noticias y que solo usamos los señores, encontraron que era la única ventana de internet que siguió funcionando; asimismo, muchos de edades más maduras, descubrieron lo entretenido que es TikTok. Así, gran número de personas comenzaron a bajar la red del pajarito azul apenas ayer y además, hicieron que colapsara Telegram, al migrar para allá ante la falla de WA.
La caída de esas redes sociales ayer, puso de manifiesto algo, la modernidad nos ha alcanzado y ahora, dependemos para muchas cosas, del funcionamiento de la internet y de las redes sociales que ya son parte de nuestra vida cotidiana. No solo en el sentido de poder estar en contacto con nuestro círculo cercano de amigos y familiares, sino que han traspasado la barrera del mero entretenimiento para convertirse en una herramienta de trabajo y que muchas situaciones dependan de su óptimo funcionamiento, desde las ventas o el envío en tiempo y forma de algún trabajo escolar o de la oficina, hasta resultados de análisis clínicos que han encontrado en el WA, una vía rápida de entrega de resultados y optimización de sus servicios u otros de vital importancia. Nos hemos vuelto dependientes de la tecnología y tenemos media vida, en nuestro teléfono celular y en las redes. Ah sí, y también nos dimos cuenta de que los ‘influencers’, no son tan necesarios en realidad.
Lo que vale la pena pensar, es que también nos ayudó a recordar aquellos tiempos cuando para encontrar a alguien, le tenías que llamar para el motivo que sea y nos obligaba a desarrollar esas habilidades sociales de la comunicación verbal y la convivencia con otra persona, que, a decir verdad, ya nos está costando más trabajo. Y aunque extrañamos las historias de IG de nuestros contactos ‘millennials’, también vale la pena que un día, alcemos la mirada para ver que la vida transcurre mejor, fuera de nuestro celular.
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