Carlos R. Aguilar Jiménez
Con la misma estrategia de publicidad que han utilizado en el transcurso de la historia los gobiernos del mundo, en los últimos tiempos cuando se pondera la democracia como el mejor sistema político, si bien en contados países del mundo la democracia es un hecho, en general la mayoría de países que se dicen democráticos, no lo son, porque nunca surge de lo que se llama “Pueblo” ningún gobernante, con excepciones, porque siempre son impuestos por partidos políticos, por lo que en vez de decir vivimos en democracia, lo cierto es: partidocracia y ahora oclocracia, sistema político en que únicamente los dirigentes deciden quien gobierna y utilizan, manipulan, conducen, a ciudadanos para que legitimen y, ya sea gane el de un partido u otro, al final son los partidos políticos y sus sumisos militantes quienes mandan, nos guste o no.
Para comprender cómo funciona la partidocracia mexicana en analogía con el feudalismo, como en antiguos feudos medievales, es el presidente del partido o dueño del feudo quien determina quienes han de ocupar los primeros cargos en las listas electorales, quienes los cargos superiores dentro del feudo (partido político) y quienes los de presidente de un estado o municipio y de funcionarios, como los duques. De tales cargos políticos o feudales depende, a la vez, toda una red de puestos, cuyos ocupantes, condes, (regidores, secretarios, directores) han de repartir otros puestos. Quienes mayor posibilidad tienen de obtener un alto cargo, mas número de seguidores tienen (líderes corruptos) que los apoyan porque también esperan obtener a cambio un buen botín, es decir, feudos (bonos o posibilidad de vender favores y puestos de trabajo) y solo aquel que puede repartir muchos puestos, (feudos) ya sea por su corrupción, bajeza, sumisión, habilidad, audacia o por parentesco, dispone también de la mayor partida de vasallos (militantes de partido) y sub vasallos, guardando para el partido, sumisión extrema, enfrentándose incluso, para defender al dueño del feudo, a amigos, familia, a la razón misma y evidencias en contra, donde la trama de partidismo feudal formando un circulo de corrupción, quien da feudos (cargos públicos) tiene vasallos, y quien tiene vasallos (militantes sumisos) es el primero en acceder a un puesto, creando a su vez el feudalismo su propio tipo social con una militancia ideológica o cultura propia (chairos) idealizando al dueño del feudo, el presidente, quien como si fuera un caballero feudal, medieval que lucha contra gigantes (molinos de corrupción) y contra los delitos del pasado, idealizando a una doncella a la que ha de rescatar de su encierro en un castillo (neoliberal y fifí) ofrece hasta su vida para cumplir con su misión sagrada de transformar, romántica y moralmente (cartilla moral) a todo el feudo (país) para que al final de la cruzada se imponga una “Comuna de Amor y Ley” donde convivan dragones con rocinantes, se acabe la pobreza y haya igualdad y justicia al estilo del habitáculo de Dios con la Virgen “Morena”, donde se viva en una inefable beatitud, luego de la transformación.