Carlos R. Aguilar Jiménez
En el sistema capitalista de libre mercado o neoliberal en que vivimos, se utiliza el procesamiento distribuído de productos, mientras que en el comunismo se privilegia el centralismo, siendo el estado quien distribuye. El capitalismo en oferta y demanda permite el libre intercambio económico y la toma de decisiones independientes. No es ilegal vender un pan de muerto a mil pesos, pero nadie lo compraría, el consumidor siempre buscara opciones entre la competencia y, es justo ahí donde inicia en Oaxaca el problema de los vendedores informales y ambulantes, que venden en total ilegalidad, impunidad, corrupción y violación a las normas establecidas para comerciar.
Los vendedores ambulantes que invaden calles, irrumpen plazas, secuestran banquetas y calles instalando grotescos, mugrientos e ilegales puestos, no pagan impuestos ni renta, predial, agua, roban electricidad, venden cosas robadas o de pésima calidad y estorban la circulación además que sus parientes que les acompañan se dedican a robar autos o asaltar transeúntes, mientras que los comerciantes formales y establecidos sí pagan elevados impuestos, están obligados a cumplir con ordenanzas municipales, estatales y federales, además de cumplir obligaciones de salud, seguridad y protección civil, entre otras exigencias que se deben respetar legítimamente, sufriendo la competencia desleal e ilegal de los ambulantes que les quitan clientes e impiden el comercio formal, por lo que la decisión tomada por el presidente municipal, Oswaldo García Jarquín, hace semanas y que continúa estos días desalojando ambulantes del Centro Histórico y alrededor de mercados públicos, es de aplaudir y es justo lo que esperaba la población y turismo para rescatar la magnificencia de la ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad y que los ambulantes convertían en gigantesco y horroroso tianguis en una dinámica cancerígena que, de no atenderse desalojando ya a los vendedores de cosas robadas, seguiría la metástasis que haría el Andadador Turístico, García Vigil y calles aledañas se convirtieran en grotescos y malolientes mercados que paulatinamente ahuyentarían al turismo, como ha sucedido con los habitantes de la ciudad que consideramos ahora el Centro Histórico es exclusivo para turistas, vendedores de piratería y pueblerinos, mientras muchos oaxaqueños optamos por comprar mejor en la colonia Reforma y plazas comerciales o buscar entretenimiento en cualquier lugar, menos en el Centro Histórico, donde si no se utiliza un estacionamiento, las mafias de ambulantes cristalearán el vehículo o los peatones serán asaltados, contexto que no sucede en Centros Históricos de ciudades que se respetan a sí mismas y sus autoridades, como en este caso el Presidente Municipal, atinadamente y por fin, ha tomado una medida que urgía y que miles de oaxaqueños le aplaudimos. Bien por el desalojo de ambulantes porque ese será su legado reconocido social y políticamente.