Joaquín Sabina y la antijuridicidad

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Carlos Morales 

Aquel 28 de octubre, recuerdo que era lunes, desperté con la angustia de quien anticipadamente llegaba a la mayoría de edad sin haber cumplido 15 años. Y cuando una hora más tarde, en la explanada del CBTIS 25, en aquél pueblo istmeño, formaba parte de una fila de integrantes de la sociedad de alumnos, a los que el director les tomaba la protesta y Julio Martín con su camiseta de los Dolphins y su morral de Teotitlán del Valle dirigió un discurso al mundo y declaraba “tomada” la escuela, supe que mi vida habría cambiado para siempre. 

Al día siguiente el periódico del pueblo, “El Sol del Istmo” intituló los hechos bajo el balazo “Subversión en el CBTIS 25” y en nuestras mentes infantiles pensábamos que con nuestro acto de rebeldía estábamos cambiando el mundo. 

Hace mil años y un día sucedió esto. Pasarían muchos años más para que la objetividad disfrazada de madurez pudiera advertir que, aquella revuelta, no trajo ningún cambio social ni modificaciones estructurales al sistema educativo que primaba en Oaxaca.

Ese día que comenzó con una alegría inusitada, terminó sin pena ni gloria seis meses después de que el gobierno estatal nos aplicó una guerra de desgaste y el desánimo melló nuestra voluntad.

Pero algo pasó en el inter. Unos conocieron el amor pero yo conocí al genio de Úbeda. Si. Al de la voz rasposa. En aquellas noches de protesta, alguien puso en la Panasonic de guardia, un casete de un cantante español de voz áspera. Y a partir de ahí me volví pastor de un culto laico y musical. 

No lo sabía pero el disco era el “En vivo” grabado con Viceversa, que marcó un hito en el mundo de la música. Perdón por la frase hecha.

Chavos: eran tiempos antediluvianos y el Youtube no existía. Los casetes se grababan de grabadora a grabadora o de la estación de radio directamente. En el Salina Cruz de los 80, sólo había dos tiendas de discos. Aún no había CDs y lo digital era algo que ni siquiera se vislumbraba en aquella aldea de pescadores y petroleros, en la que la máxima aspiración de los adolescentes de mi generación era integrar el ballet de Tantra.

Un día dejé el pueblo y me fui. Tras las montañas estaba el mar. La vida me llevó por varias partes y Sabina, buen cuate, me anduvo acompañando. En el edificio amarillo lleno de recuerdos universitarios enclavado en el Cerro del Fortín de la Ciudad de Oaxaca, volví a escuchar a Sabina.

Sabina aparte de ser un poeta sin perspectiva de género es un jurista o mejor dicho un penalista afín al causalismo pero no lo sabe o tal vez nunca lo sepa. El maestro sabe tuitivamente de derecho penal sustantivo, procesal penal y derechos humanos. Sugiero a mis alumnos de “Mecanismos de protección a los derechos humanos”, escuchar más a Sabina y leer menos a Burgoa. Hace algunos años quise hacer mi tesis de maestría “Sobre Sabina y la antijuridicidad” porque el lenguaje jurídico fluye de poca madre en sus canciones, pero mi asesor de tesis acostumbrado a dirigir tesis inocuas sobre el Ministerio Público no me lo permitió y cambié de asesor y cambié de tesis.

Ejemplifico:

En la cantadísima “Y nos dieron las diez” el trovador vuelve al pueblo con mar un año después y no encuentra el bar ni a la mujer de los ojos de gata. Ebrio de amor y de besos, enojado justificablemente, aventó, como debe ser, proyectiles a la sucursal bancaria que ahora ocupaba el lugar donde antes estaba el bar. Al ser llevado ante el juez, en su declaración alegó que llevaba tres copas. “Y nos dieron las diez…”

El argumento de defensa de Joaquín puede ser traducido al buen castellano como: “pedo no vale” pero, en contra, los alemanes, esos tipos fríos y aburridos, inventaron la teoría de la actio “liberae in causa”, que puede ser explicado en los siguientes términos: si te pusiste ebrio voluntariamente te serán imputables también los resultados. No aplica pues.

Sabina se equipara a José Alfredo que también es promotor de un mundo sin normas. Desesperado, el hijo pródigo de Dolores clama, enamorado, que el amor no puede estar sujeto al marco de la ley y grita “Vámonos, donde no haya justicia, ni leyes ni nada, nomás nuestro amor” y Sabina, más fino, pero más adolorido dice: “con Simón de Cirene hice un tour por el monte Calvario.”

¡Feliz cumpleaños 73 flaco!

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