Ismael Ortiz Romero Cuevas
Como ya han de saber, estimados lectores, desde hace unos días comenzaron la polémica con la bioserie de Vicente Fernández que produce Televisa-Univisión y que lleva por nombre “El último rey: el hijo del pueblo”, que es producida por Juan Osorio y protagonizada por Pablo Montero. Y todos ya nos sabemos el entuerto, porque la viuda de don ‘Chente’, Refugio Abarca y que todos en el medio conocen como Cuquita, se enfrascó en un lío legal con la televisora mexicana, argumentando que ella no autorizó que se realizara dicha serie, cuando lo que en realidad sucedió, es que Televisa adquirió los derechos del libro de Olga Wornat, de título “El último rey” y de donde basa su producción.
Independiente de lo que debió ser y que, si Televisa le iba a pagar una bicoca a la familia Fernández, o si en realidad el pleito legal se debe a presiones de Netflix, lo que muchos agraviados no calculan cuando un problema lo hacen demasiado mediático, es toda la promoción que se hace de forma no intencionada. En la mañana del lunes, mucha gente que no sabía que habría una serie del charro de Huentitán y la fecha de estreno, ya conocía que se iba a transmitir, el horario y hasta los protagonistas y, para estas alturas, seguro que ya se transmitió el primer episodio que, a pie enjuto, tuvo un raiting impresionante y es que, esos pleitos legales resultan una promoción certera y muy eficaz. Hasta por el morbo, mucha gente estuvo al pendiente de la serie de Televisa, gracias a Cuquita y a su denuncia.
Pero no es la primera vez que esto pasa. En el mundo del cine, dicen que no hay mejor promoción que cuando prohíben una película y el ejemplo que se me viene a la cabeza de forma más rápida, es de hace 20 años, por el estreno de la película “El crimen del padre Amaro”, cuando gran parte de la jerarquía católica, entre ellos el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, pidieron que la cinta de Carlos Carrera fuera prohibida por tocar un tema que, hasta la fecha, es incómodo para la iglesia. La discusión hace dos décadas, se convirtió en un espectáculo mediático grotesco y lleno de calificativos de ambas partes, sin que se lograra que la película fuera cancelada. El resultado de esto: “El crimen del padre Amaro” se convirtió en ese momento, en la película más taquillera de la historia del cine nacional, título que ostentó hasta el 2012 con la llegada de “Nosotros los nobles” y que fuera nominada al Oscar como Mejor Película en Idioma Extranjero. La polémica fue una de las más exitosas campañas promocionales.
En la literatura, también han pasado escándalos que son una excelente promoción. En 2001, el entonces secretario del Trabajo y Previsión Social, Carlos Abascal Carranza (q.e.p.d), se enfrascó en una polémica con el libro “Aura” de Carlos Fuentes. Y es que el entonces secretario de Estado presionó al Instituto Félix de Jesús Rougier, escuela católica únicamente para mujeres, para que despidiera a la profesora Georgina Rábago, que impartía la materia de literatura en tercer grado de secundaria, por haber dejado como trabajo, que las estudiantes leyeran dicha obra. El escándalo no se hizo esperar y es que el conservador secretario Abascal, provocó una polémica mediática en la que aseguraba que “Aura”, “representa uno de los papeles que la mujer de buenas costumbres no debe desempeñar”; y es que la profesora, denunció el hecho donde por primera vez un secretario de esa magnitud pedía expresamente que se despidiera a una trabajadora por dejar leer una obra que, según él, contenía faltas a la moral. El gobierno de Vicente Fox, que estaba muy identificado con el grupo ultraconservador llamado “El yunque”, estuvo a punto de prohibir en las escuelas públicas, la lectura de “Aura”.
Carlos Fuentes, habló públicamente de este tema en la Feria del Libro de Guadalajara, donde lo único que hizo fue agradecer la reyerta: “Aura fue objeto de un acto de censura que yo agradezco, porque gracias a eso, se multiplicaron las ventas del libro y brincaron a venderse 20 mil ejemplares a la semana… ¡imagínense ustedes!, eso nos tenía felices a mi editor y a mí”, mencionó el escritor.
Los dibujos animados, también han sido objeto de eso y las vistas en otras plataformas de capítulos con algunos personajes cancelados o ventas de formatos caseros se vuelven de colección, tal es el caso de Speedy González, Pepe Le Pew o Apu de Los Simpson, que en cierta medida dejaron de formar parte de los episodios de las caricaturas, porque la cultura de la cancelación es de las cosas que más vende actualmente, pero también genera otro mercado, ávido de encontrar y pagar por lo que fue prohibido.
Lo cierto es que si esas polémicas no se calculan, pueden salir como se dice coloquialmente con “el tiro por la culata”, pues al no deducir el alcance de las declaraciones o de las disputas generadas, se puede en realidad beneficiar a quien se busca perjudicar y la política es otro ejemplo: el portal Latinus donde trabajan Carlos Loret de Mola y Brozo, el programa de Joaquín López-Dóriga en Grupo Fórmula y de Azucena Uresti en Milenio, así como los comentarios y espacios en redes de Chumel Torres, nunca contaron con tanta (pero en verdad tanta) audiencia como desde que son atacados desde la tribuna matutina del presidente; o sea, les ha llevado audiencia a carretadas a sus espacios, cuando lo que en realidad ha querido, es desprestigiarlos. Y aunque los escándalos siempre generan una buena publicidad, la jugada no siempre sale, el ejemplo más reciente es la tercera y última temporada de “Luis Miguel: la serie”, pues Netflix buscaba a toda costa porque incluso lo hizo público, que Mariah Carey se pronunciara hacia ellos de manera legal para que se convirtiera en un escándalo mediático que resultara en publicidad, sin embargo, la súper estrella de la música ni siquiera volteó a verlos.
Sin duda, la nueva serie de Vicente Fernández será un éxito en su primera semana, gracias a esta publicidad no intencionada, pero que resultó mejor que todos los anuncios en portales y revistas, lo que comprueba que como audiencia, el morbo nos sigue pareciendo atractivo.
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