Ismael Ortiz Romero Cuevas
Cuando hablamos de Guillermo del Toro, no podemos dejar de recordar que sus películas, además de estar contextualizadas en un entorno histórico complicado, nos presentan situaciones sobrenaturales, donde el fantasma o el monstruo, no suele ser el villano, sino que puede representar una parte de la humanidad de todos.
Y con ese mismo planteamiento, llegó en 2001, la película “El espinazo del diablo”, una de las obras que el director considera más personales por estar inspirada en parte de sus vivencias de niño y que, además, presenta elementos que después serían utilizados, explicados y hasta pulidos en su siguiente trabajo, “El laberinto del fauno”, que está ubicada en la misma época y lugar que ésta; tanto que el mismo director jalisciense las considera hermanas, aunque distantes en los elementos narrativos.
Producida por Pedro Almodóvar y protagonizada por Marisa Paredes, Federico Luppi, Eduardo Noriega y los entonces niños Fernando Tielve, Íñigo Garcés y Junio Valverde, “El espinazo del diablo” nos adentra en un orfanato de 1939, en plena guerra civil española y donde el gobierno franquista, persigue a quienes se atreven a disentir de él. Dentro de ese orfanato, la estructura de los personajes nos hace analizar las propias virtudes y carencias que como humanos tenemos, además de que la inocencia es representada de manera poética, pero no así, la forma en cómo los niños protagonistas la van perdiendo, generando escenas realmente duras y emotivas.
Una bomba que no explotó dentro de ese internado es el punto que nos recuerda que estamos en una historia de suspenso y horror gótico, y que ese elemento de riesgo puede detonar en cualquier momento. La narrativa en forma de poema y no de cuento de hadas, es otro elemento innovador que Del Toro realiza en “El espinazo del diablo” y analicemos el motivo: Guillermo del Toro cuenta en el libro “Guillermo del Toro: su cine, su vida y sus monstruos” de Leonardo García Tsao, que sus películas generalmente abren y cierran con la misma escena, y que en su momento, ya tienen un peso diferente por haber ya conocido la historia, además, de que se presenta una voz en off que le da una especie de atmósfera de cuento de hadas, sin embargo, eso cambia con “El espinazo del diablo”, donde conmuta en el principio y el final de la película, la narración en ambas partes fue reescrita por el director en muchas ocasiones hasta que encontró la rítmica y métrica necesarias para que terminara con “un fantasma, ese soy yo”, una frase que Del Toro describe como algo abrumador para él, que era simplemente hermosísima; ese elemento además, hace que el espectador descubra el cambio de los personajes, pues no son los mismos (por una madurez forzada) que al inicio, hasta que somos testigos de su trágico final, en un ‘cameo’ en “El laberinto del fauno”, donde los vemos en su versión adolescente, asesinados por el régimen en lo que podemos deducir que al salir del orfanato, ellos continuaron su lucha contra la dictadura.
La complicidad de los niños pese a sus diferencias iniciales y que al paso de la película los hace aliados para salir de aquel orfanato que representa el sufrimiento de ellos, así como las primeras imágenes de erotismo en el cine de Del Toro, son un claro referente a dos de los más grandes ídolos del cineasta mexicano: Luis Buñuel y Alfred Hitchcock. Lo que Del Toro forja con esos personajes es el hacerlos sufrir enfatizando sus defectos, su sensualidad, su inocencia y hasta su perversidad, hasta llegar al crudo desenlace de Jacinto (Eduardo Noriega), un homenaje también a la obra literaria “El señor de las moscas” y donde comprobamos que no solo los justos y los complacientes, son tratados de manera violenta por el cineasta.
Llena de detalles y marcada por la infancia de Guillermo del Toro, que vivió experiencias similares en colegios religiosos en donde estudió, “El espinazo del diablo” es una película que no deja de sorprendernos y de conmovernos, así como de hacer patente que los grandes directores, siempre tendrán una buena historia para contarnos. Y referente a esto, hay que celebrar que esta película ha sido, además, la unión de dos grandes del séptimo arte en nuestro idioma: Guillermo del Toro y Pedro Almodóvar. Y ya que este domingo seguramente lo veremos en la entrega de los premios Oscar, hoy, es buen motivo para que recordemos una de las películas más queridas por el cineasta mexicano. Actualmente, podemos encontrar “El espinazo del diablo” en Google Play y ClaroVideo.
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