Carlos R. Aguilar Jiménez
Durante cientos de miles de años, el tiempo que no existió la ciencia con su método experimental y filosofía, la humanidad trató de curar sus dolencias, sanar padecimientos y enfermedades con lo que tenía: remedios, pócimas, sangrías, vomitivos, rezos, oraciones, mandas y procedimientos mágicos y religiosos que, no obstante las mejores intenciones el promedio de vida no rebasaba 35 años, hasta que surgió la medicina científica que con sus experimentos asociados con química, biología, bacteriología, fisiología, desarrollo de fármacos, rayos x, anestesias, antibióticos, antivirales, tomógrafos, prótesis, vacunas y toda la tecnología que actualmente se estudia, investiga, prueba y utiliza en facultades de medicina y hospitales, que han incrementado el promedio y calidad de vida hasta los 80 años, no obstante, debido a la desesperación, pobreza o ignorancia, muchos pacientes siguen buscando curanderos, dizque médicos alternativos, yerberos u homeópatas, charlatanes que abusando de la credulidad, angustia o inocencia de los enfermos y su desesperación, prometen los sanarán de lo que sea con tal que les paguen, aunque la final tengan que acudir a la medicina científica, a veces ya demasiado tarde.
Recientemente, el secretario de salud, Jorge Alcocer, dijo convendría a los mexicanos regresar a la medicina tradicional y homeopatía, envileciendo con su declaración la noble y digna profesión de la medicina científica que se sustenta el pruebas y evidencias, basada en casi diez años de estudios y prácticas de los futuros médicos en facultades, como la de Oaxaca, no así los homeópatas que basando su negocio en la idea de la “memoria del agua” y la “potenciación” de sustancias curativas a través de la disolución, hacen creer a sus clientes que con chochos o gotitas serán curados, sin que exista absolutamente ninguna prueba o evidencia científica en química, física, electrónica, biología molecular o cualquiera otra de las disciplinas científicas que se someten a conjeturas y refutaciones, exámenes rigurosos o falsación, que demuestre exista tal memoria o potenciación homeopática, las anécdotas personales no valen. Y no me explico ni se explican los médicos, que el IPN valide la homeopatía, (quizá aquí, aplique el síndrome de Trofim Lysenko) que repetidamente el mundo científico, ha demostrado que la homeopatía es charlatanería o quizá un placebo y, ahora también el secretario Alcocer, quien con tal de quedar bien con su jefe y con el dizque pueblo bueno y sabio, dice regresen a los tiempos de remedios caseros, tradicionales o ancestrales, esos que jamás curaron la viruela, sarampión, sífilis, lepra y demás infecciones ahora curables y que, si para mal aun no puede curar el cáncer, alzhéimer y otros padecimientos, algún día los médicos alópatas que se titulan científica y noblemente en la facultad de medicina de la UABJO, la URSE o de la Universidad Anáhuac, lo harán por medio de la ciencia, no con charlatanería homeopática de memoria del agua o potenciación de líquidos, que sería imposible defender ante un jurado de examen de medicina, excepto si se trata de defender al gobierno y su ideología tipo Lisenko en la URSS.
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