Enrique Domville
Por datos, el conocimiento y el aprendizaje tal vez tienen un poco más de 70 mil años y la agricultura unos 12 mil. Esto está descrito en un libro titulado “Sapiens” cuyo autor es Yuval Noah Harari. Desde siempre somos seres que aprendemos y con esto tenemos en cuenta de lo que somos y significamos cada uno de nosotros, como seres únicos y especiales y con la evolución de estos años, desde los pensadores griegos al presente, sabemos que pensamientos y emociones, son lo que domina nuestra vida y compañeras de siempre; respondemos ante nuevas experiencias, pero utilizando y comparando con otras vividas o aprendidas. Nosotros respondemos, a veces solo a nuestros pensamientos, los cuales influyen en nuestro estado de ánimo, y desde luego en nuestro sentir y hacer; dentro de estas emociones negativas están las sensaciones de soledad y tristeza, que durante la vida algunas vez las tendremos, y en algunos casos se puede volver, una percepción equivocada de la vida, con respuestas negativas a ésta.
Nacemos solos y morimos solos, demostrado está que nuestra existencia se compone de un “Yo- Tú” como menciona Martin Buber y este complejo ser que requiere saber aprende por múltiples medios desde pequeño y sólo se deja de aprender al morir, ya que también durante estados de enfermedad se sigue aprendiendo, pero sólo lo demostramos cuando estamos conscientes. Hanna Arendt señala que la naturaleza tal vez sea un proceso inexorable entre la vida y la muerte: los seres nacemos para empezar aunque sabemos que tenemos llegar a morir; siendo todos diferentes algo cambiará cuando nace un nuevo ser ya que trae la posibilidad de un cambio. Con esto se reafirma lo importantes que somos como individuos, y con posibilidades de pensar, crear y actuar aprendemos y somos importantes. En nosotros recae, el uso del poder, la libertad, la justicia y la honestidad eligiendo el camino que debemos considerar, siempre el ético.
Recordemos pues que en nosotros, en nuestro interior, ese mundo privado que no compartimos o que sólo damos lo que queremos dar o compartir, lo que consideramos que nos conviene, también tiene una gran influencia en el cómo nos sentimos, o vemos los hechos y los juzgamos, como agresiones de índole personal, sin considerar, algunos de estos accidentes nosotros los hemos propiciado, por no saber, descuido o negligencia en el actuar, lo cierto es que si nos juzgamos, con certeza otros lo están haciendo también, tenemos la facultad de perdonarnos o de sufrir, cada uno escoge su motivación y cada uno puede ponerle solución. Recordemos a Víctor Frankel quien en permanencia en un campo de concentración decidió adaptarse, y continuar sin renunciar, y encontró un sentido a su vida, que luego nos ha compartido. Aynd Rand en una de sus frases menciona, “Acepta el hecho irrevocable de que tu vida depende de tu mente”. Esta filósofa que trabajó en estudiar, analizar y opinar sobre una de las emociones más arraigadas del ser como lo es el egoísmo, no habla del egoísmo positivo, quiero saber más para compartir, quiero hacer algo para mi pero que beneficie a otros; nos menciona con humildad que mientras más aprende se da cuenta que menos sabe, y esto, es una fuente de motivación para adquirir conocimiento; este egoísmo es positivo, no dañino y beneficioso. Además nos dijo, “Un ser que no se valora sí mismo no puede valorar a nadie”.
Sabemos que nos pasamos la vida aprendiendo, y uno de los primeros conocimientos que se adquieren esa habilidad de criticar, que puede ser positiva aportando o negativa destruyendo a quien lo dijo, o simplemente por el espacio de hacerse notar, sabemos que uno de los enemigos de mayor fuerza en el pensar y actuar son los prejuicios, por una interpretación equívoca de los hechos adelantando conclusiones y con esto disculpar como en el Alcalde de Zalamea a la pregunta del Rey, ¿Quién mató al comendador? Y el pueblo responde: “Fuente ovejuna, señor”. Nosotros siempre estamos aceptando y dando pero somos críticos con otros y nos perdonamos de manera fácil.
La soledad es necesaria para meditar sobre lo que sabemos o lo que no sabemos, en lo que creemos y no, sobre todo; en ese espacio de reflexión es en el que decidimos caminos, estrategias y lo más importante, la motivación.
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