Pongamos todo en perspectiva con:
Carlos Villalobos
Catar 2022 nos sigue ofreciendo un cúmulo de historias que se pueden contraponer a la realidad que nos acontece. La victoria de la selección japonesa frente al combinado alemán ha sido uno de los ejemplos que nos ha dado el mundial.
¿Por qué? Simplemente porque Alemania es uno de los países que siempre es actor fundamental en las canchas y Japón, a pesar de ser uno de sus equipos que le ponen sabor en cada participación, por sí mismos nunca han llamado la atención.
Algo que hay que reconocerle a los nipones es que, a pesar de no ser una potencia futbolística, por su propia naturaleza, la del trabajo y esfuerzo, poco a poco se empieza a materializar en resultados en el campo. La labor que se lleva a cabo en Japón es un trabajo a conciencia, serio y al que se le ha dado seguimiento; si todo va de acuerdo con el plan, tienen hasta el 2092 para coronar el esfuerzo que se está realizando.
Aunque el país asiático, es un territorio en donde se vive la pasión y el deporte a flor de piel, lo cierto es que el fútbol no es lo más popular de la isla, solo hace falta asomarse a los principales diarios y constatar la cobertura mediática que se le hace al béisbol y al sumo.
Aunque han tenido “chispazos” en Juegos Olímpicos, la popularidad y el trabajo por el fútbol no se desarrolla hasta 1992 cuando nace la J-League, la liga doméstica, sin embargo, esto no sería el principal motor de la revolución del balón en la tierra del sol naciente. A lo anterior es necesario sumar el título de la selección en la Copa Asiática en 1992 y algo tan inesperado como el éxito comercial, y mediático, de la serie de manga y anime, “Capitain Tsubasa”, que después conocimos en Hispanoamérica como “Súper campeones”.
¿Cómo es que los dibujos animados podrían ser un catalizador para promover un deporte?
Pues bien, teniendo un contenido tan atractivo como “Súper campeones” por un lado y un plan estricto por parte de la Federación Japonesa de Futbol (JFA) , permitirían que miles de niños empezaran a voltear a ver un balón, antes que una manopla o un bate, sumado a que la JFA obligaría a transmitir por TV pública los encuentros de la liga doméstica, creando el caldo de cultivo ideal.
La llegada de figuras como Zico o Gary Linecker, en los noventa, tal como lo hace la liga norteamericana actualmente, harían al mundo voltear a ver a los japoneses, los cuales empezarían a fusionar su idiosincrasia tan pulcra y trabajada, con el caos controlado llamado fútbol.
Aunque en 1997 una crisis financiera en Asia casi mata el proyecto, la Federación Japonesa, entendió que debían hacer sostenible el proyecto, promoviendo el trabajo en academias de formación juveniles que tienen intercambios con clubes internacionales, para cumplir dos objetivos: formar jugadores y hacer interesante la liga.
Recientemente pude ver los primeros siete capítulos de “Blue Lock”, manga y anime de futbol, que plantean el escenario actual: Japón ya aprendió a jugar futbol, hace falta que metan goles, lo cual dista mucho del espíritu central de “Súper campeones”, que promovieron el espíritu “el balón es nuestro amigo”.
El viaje japonés está consiguiendo resultados, gracias a un trabajo coordinado, resiliente y promoviendo desde todos los lugares que “los japoneses puedan”, caso contrario con lo que sucede en México. Esto parece parte de aquella sección del programa Acción: “Luz y sombra”, pero esa es otra historia
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