Entre principios y eficacia

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Carlos R. Aguilar Jiménez

Luego que supusimos equivocadamente había terminado después de la Revolución el tiempo de caudillos revolucionarios y caciques pueblerinos y provincianos, no fue así, pues  durante más de medio siglo, el PRI, con su dictadura perfecta que cambiaba presidentes-caudillos pero no el régimen,  el sistema totalitario presidencialista, volvemos a lo mismo luego de la alternancia presidencial de cambio de siglo, iniciando un nuevo régimen autoritario, totalitario al no existir oposición o impugnación que valga, ni equilibrio de poderes que funcione, porque como en los tiempos del PRI, otra vez todo lo controla y domina, absolutamente, el gobierno federal: judicial, legislativo y estatal.

Maquiavelo escribió que el fin justifica los medios, y el presidente saliente dijo que él buscó un equilibrio entre principios y eficacia, que es lo mismo, igual que un delito no es un delito, sino un acto de justicia, según la 4T, para redistribuir la riqueza de capitalistas corruptos, una consecuencia de su elevada calidad moral, de su bondad, su honestidad, legitima clemencia y piedad por los pobres. 

Los auténticos delincuentes, criminales, ideólogos, predicadores, sacerdotes o políticos se clasifican a si mismos como poseedores de la verdad, depositarios de la sinceridad y virtud suprema, custodios del bienestar de los más necesitados y proceres de la nación, resultando al final de sus dictaduras o sexenios que, en nombre de ideologías, religión, partido político, raza, frontera o clase social, se han cometido las peores injusticias, destierros, excomuniones, inmolaciones.

Los que se creen verdaderos políticos poseedores de la verdadera y necesaria ideología, por ejemplo, un “Humanismo Mexicano”, que no existe tal engendro, porque únicamente hay humanismo, como no existe física aria o ciencia judía, determina que ese político convertido en caudillo se considere a si mismo un virtuoso, principalmente cuando no hay quien a su servicio se atreva a refutarlo y viva así en su mundo de fantasía e irrealidad dentro de un palacio.

Desde Cuauhtémoc hasta el último gobernante, según ellos nunca actuaron con maldad, traición y ventaja, sino por cumplimiento del deber, creyéndose que todo lo que hacen es su misión de vida; obviamente, a unos días del fin de este sexenio cuesta trabajo creer, igual que los diputados y senadores que aprueban todo lo que les envía el presidente, que están convencidos, hacen lo correcto, que no son unos fanáticos morenos, porque han logrado invertir los valores, transformar la ética o moral del gobierno y sus fanáticos seguidores, de tal forma que la búsqueda de riqueza, libertad, democracia y justicia, se ha convertido en: perversidad de los ricos y quienes tienen aspiración de mejorar, porque así lo dice el caudillo y se seguirá expresando.   

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