Carlos R. Aguilar Jiménez
Nuestro origen humano, como antropoides erguidos y no como ángeles caídos; descendientes directos de homínidos africanos del valle del Rift, teniendo como nuestra abuela más lejana a la australopiteco Lucy, se remonta tres millones de años y a las diferentes migraciones que llevaron a la humanidad a poblar todo el planeta, siendo los últimos en adaptarse a nuevos territorios, los migrantes que cruzaron el estrecho de Bering hace entre doce y quince mil años. Y luego de cruzar Norteamérica, fundar civilizaciones y, al final, llegar hasta la Antártida.
En origen todos somos africanos y todos somos humanos, si bien pertenecemos al reino animal y somos mamíferos, las relativas diferencias de estatura, complexión, color de piel, ojos o cabello, son adaptaciones físicas menores al ambiente y clima, por lo que en la perspectiva de ser políticamente correcto, éticamente incluyente y especialmente consciente de la evolución darwiniana de las especies, selección natural y sexual, y supervivencia diferencial de los más aptos, es un hecho que no existen razas, castas ni alienígenas, indígenas o aborígenes y, al respecto, el lema de la UNAM de que mi raza hablara el espíritu, es inadecuado, obsoleto y discriminatorio en estos tiempos.
Si todos somos humanos, en consecuencia es ofensivo hablar de etnias, aborígenes, autóctonos, indígenas o mestizos, porque recíprocamente los que se autodenominan indígenas excluyen a los otros y estos a su vez, como ocurre en los pueblos de Oaxaca, donde los que no son originarios, indígenas, comuneros, o lo que sea, desconocen, descalifican y discriminan a quienes despectivamente llaman avecindados, advenedizos, sin derechos ni voz ni voto, porque bajo el gobierno despótico de “abusos y malas costumbres”, los de fuera, los avecindados son forasteros, sin propiedad de su terreno ni nada porque en cualquier momento una asamblea de pueblo discriminatoria, excluyente y segregacionista: racista, se los puede expropiar impunemente.
Mas allá del reconocimiento biológico y social que todos somos seres humanos sin excepción, todos los que nacimos en este país somos mexicanos y, no obstante hayamos nacido en diferentes estados o regiones, las leyes de la nación nos protegen y obligan con igualdad y sin exclusión legal, constitucional a todos, a menos que se autodenomine alguien indígena, afroamericano, nativo o el calificativo étnico o especial que sea, para discriminar a los demás, a los que, no obstante seamos morenos (por el color de piel, no de partido), mexicanos u oaxaqueños, exigiendo con pretexto racista, ser indígenas, tener derechos y privilegios especiales, como ignorar la constitución y propiedad privada para extorsionar con segregacionismo comunal o ejidal a los que asumimos y reconocemos todos somos humanos, mexicanos y oaxaqueños en identidad e igualdad de derechos y obligaciones, excepto que sea el mismo gobierno quien fomente y difunda diferencias que le convengan para ideológica, separatista y segregacionista dividir a los humanos mexicanos.
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