Carlos R. Aguilar Jiménez
La soberbia, que según el diccionario es: “Creer estar por encima de los demás; pensar que se tiene la razón y asumir que se posee la verdad absoluta.” es una actitud orgullosa, vanidosa, un sentimiento de superioridad que lleva a menospreciar a los demás y que, si para bien o mal nos caracteriza a todos en determinados momentos, a los políticos los caracteriza siempre y en todo lugar, haciendo lo posible para desdeñar a los demás y así mostrarse como una casta aparte, que vive con lujos en zonas exclusivas y se transporte con guaruras y soberbios vehículos, contando siempre con el apoyo de aduladores, empleados, subordinados y, en el caso de los políticos con cargo público, de sus seguidores, militantes y partidarios incondicionales.
La soberbia es también, según la religión católica uno de los siete pecados o vicios capitales, siendo el original y más serio de todos y la principal fuente de la que derivan lo otros, identificándose como un egoísmo peligrosamente corrupto, que a los políticos les acomoda muy bien, porque desde el inicio de sus trayectorias como lideres, conductores de agrupaciones, grupos sociales, sindicatos y colectivos, todos los políticos asumen que son mejores o superiores a los demás, adjudicándose ser más inteligentes, más astutos, perspicaces y todo lo que se les ocurra para justificar un desempeño supremacista, soberbio, con todo al poder que detentan, ese poder político, dominio y control total que buscan desesperadamente para imponerse, asignar, nombrar, hacerse de dinero, lujos, boato y opulencia, viviendo en mansiones o Palacio.
Así con toda la soberbia, arrogancia, imperio y el poder total que los políticos tienen ahora al fusionar en uno, los tres poderes de la unión, en su soberbia, como las castas sacerdotales; si bien no dicen que tienen poder por designio divino, porque Dios les habla al oído, ensoberbecidos afirman que 30 millones de votos les facultan para hacer lo que quieran, siendo su palabra expresión divina para sus devotos, y, como Dios o el papa, lo que hacen, según su ego, es resultado de una revelación mística que todos los demás deben acatar y obedecer como dogma, porque son infalibles.
El triunfo soberbio del oficialismo aplastó cualquier brote de oposición critica, terminando con el reparto equitativo del poder de los tres poderes, poder que además dura muy poco y al final del sexenio o trienio, cuando los políticos soberbios se convierten en anodinos e insignificantes individuos, aunque con muchísimo dinero, no pueden quedarse a vivir en la ciudad, estado o país que dominaron políticamente con la soberbia que los caracterizó, convertidos en iniquidad y degradación frente a los demás, a los que engañaron, minimizaron, despreciaron y olvidaron en su efimera soberbia.
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