Carlos R. Aguilar Jiménez
Si la determinación de la edad la Tierra ha sido determinada especulativamente por algunos personajes, como el arzobispo irlandés James Usher, (1581-1656) quien utilizando genealogías de patriarcas y datos bíblicos decidió que nuestro planeta nació el año 4004 a. C., por lo que, según él, la edad de la Tierra sería hoy de 6029 años, debido a avances científicos en disciplinas como estratigrafía, geología y datación por decaimiento radioactivo, hoy sabemos que nuestro planeta es mucho más viejo, con edad alrededor de 4 mil 600 millones de años.
De todos esos miles de millones de años que ha vivido la Tierra, únicamente hace medio millón de años nace el Homo Sapiens, lo que significa que, durante 4 mil 550 millones de años no hubo ningún ser humano y, por lo que también sabemos, mientras siga irradiando el sol su misma tasa de energía, la Tierra seguirá existiendo unos 5 mil millones de años más, con o sin humanos arrogantes y presuntuosos que creen mediante sanciones ecológicas, fundamentalismo verde o ambientalismo, están tutelando al planeta y salvándolo de la destrucción apocalíptica inminente por la humanidad.
La Tierra ha tenido cuatro extinciones masivas globales y otras menores en las que han muerto hasta el 90% de las especies, como ocurrió con los dinosaurios que, vivieron en el planeta durante más de 100 millones de años y se extinguieron, “El dinosaurio nunca despertó para ver que estaba ahí”, corriendo la misma suerte millones de otras especies, porque así es la vida, nada ni nadie es para siempre, como no lo fue para nuestros ancestros ahora extintos o los neandertales.
Para la naturaleza, el universo o el planeta Tierra, los seres humanos somos lo mismo que las hormigas o conejos; significamos nada, únicamente somos una especie más, eso sí, arrogante y presuntuosa al imaginar que somos seres elegidos, una creación divina y los únicos que podemos salvar al planeta de su destrucción, cuando en realidad los únicos que pronto vamos a desaparecer, a extinguirnos, somos nosotros y la Tierra seguirá su existencia, con otros seres, otras especies y nuevos organismos adaptados por selección natural a las circunstancias ambientales del futuro.
Política y religiosamente es muy rentable asustar a la gente con apocalipsis, plagas, hambrunas o el fin del mundo, porque es en ese contexto donde se encumbran salvadores y redentores que vienen a evitar la catástrofe inminente, como hacen ahora los políticos intimidando a la mayoría sin cultura científica con un próximo e inminente fin del mundo, del agua u oxígeno, si no salvamos al planeta. Al final hagamos lo que hagamos, nos extinguiremos y la Tierra seguirá existiendo otros 4 mil millones de años. Y, como dijo Carl Sagan, al final de ese tiempo, en otro lugar del universo surgirá otra civilización que jamás nunca sabrá que alguna vez existió la Tierra y sus arrogantes habitantes humanos. Obviamente, tampoco se trata de ser destructivos, contaminantes y sucios debiendo cuidar y limpiar nuestro entorno y los demás, sabiendo que no salvamos al planeta, sino a nosotros mismos.
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