Carlos R. Aguilar Jiménez.
Entendiendo que no somos Ángeles caídos, sino Antropoides Erguidos y cada uno de nosotros respecto de nuestros deseos, ambiciones y pulsiones seguimos siendo cavernícolas aunque vivamos en sofisticadas viviendas, estas son nuestra caverna y, si bien la cultura y educación nos condicionan a comportarnos como marca la religión, moral y tendencias de la época, lo cierto es que basta salir de la normalidad por algún conflicto, desconcierto, ira o droga, para que surja de inmediato el cavernícola, el troglodita que todos llevamos dentro.
Han transcurrido 10 mil años del surgimiento de la civilización, no obstante hacia atrás en el tiempo como Homo Sapiens tenemos 400 mil años de ser lo que somos y 10 mil no son suficientes para que como especie cambiemos y seamos innatamente como dictan las normas establecidas por religiones, sociedades o gobiernos, así que como dice el artista plástico Markoa Vásquez, ‘No habrá una humanidad mejor tras la pandemia, por el contrario, todos volveremos a ser los mismos: tercos, necios, corruptos, pues somos una comunidad muy hermosa, pero muy necia’. Durante su performance al colocar cubrebocas a estatuas en el Llano y Calzada de la República, Markoa aseveró que no habrá un cambio positivo, pues la humanidad es así: incorregible, por lo que las ideas de quienes dicen después de la pandemia todo será diferente, se equivocan biológica, evolutiva y psicológicamente, porque si bien la sociedad y educación a través de leyes y adiestramiento pueden condicionarnos a ser como quiere la mayoría o algunos, lo cierto es que mientras seamos Homo Sapiens, desearemos en primer lugar: comer, reproducirnos, tener poder y dinero, reconocimiento social; ser diferentes de los demás y marcar esa distinción que nos haga especiales, ya sea en poder adquisitivo, inteligencia, celebridad, fama, atractivo con el sexo opuesto o lo que sea, además de tener siempre la razón y ultima palabra, como fueron los cavernícolas, cazadores recolectores, agricultores, gobernantes, militares, reyes, plebeyos y todos los humanos de la historia y presente, invadiendo territorios, declarando guerras, utilizando la intriga, mentira, ardides y todo lo que nos hace humanos, además de empatía, solidaridad, altruismo, cooperación o amor, pero siempre bajo la perspectiva del imperativo costo-beneficio, porque en todo momento buscamos ganar (nadie quiere perder) y, como indica lo que dicen es sabiduría popular: “Cartera mata carita”, proverbio que refleja lo que somos: el cavernícola que llevamos dentro, que quiere poseer, tener tierras, dinero, poderío, la razón y última palabra. Así somos hombres y mujeres y así seguiremos, buscando lo mejor, la mayor calidad o cantidad, si bien no únicamente para nosotros, si para nuestros hijos e incluso nietos, porque el tiempo que dedicamos a estudiar, trabajar, conquistar o negociar, es para vivir mejor que los demás, en esa competencia de estar mejor que el vecino, el pariente y los demás, igual que todo cavernícola, porque llevamos un troglodita dentro, que en nuestra mente es el cerebro reptílico o psicológicamente, según Freud, el Ello, el polo pulsional de la personalidad, inconsciente, hereditario e innato.