Nematini Vladimir Acevedo Silva
Hoy en día el que una persona desee volverse voluntario, es un acto de valentía y de amor al prójimo. Valores que poco a poco se han ido perdiendo entre el mar de egoísmo, individualismo y egocentrismo que estamos viviendo en pleno siglo XXI.
Nuestro planeta está pasando por diversas crisis que lo están devastando lentamente. Cada vez hay más pobreza. La hambruna está matando a más familias. Nuestros ríos, mantos acuíferos, selvas y bosques están siendo aniquilados. Diversas especies de animales e insectos han sido extintas o se encuentran a casi nada de desaparecer. Y cada vez la humanidad es inconsciente de ello y no hace mucho por querer cambiar ese status quo.
Son pocas las personas valientes que se están atreviendo y arriesgando en querer lograr cambios positivos en su comunidad. Ya no se trata de una cuestión generacional, sino de un sentido de conciencia. Es cierto, aquella persona que es voluntaria o voluntario no recibe un salario, en ocasiones también no hay un “gracias”. Las y los voluntarios pasan a ser una especie de héroes anónimos.
Sin embargo, esto último no importa cuando a consecuencia de esas acciones realizadas de manera desinteresada, se logra beneficiar a cientos de niñas y niños de escasos recursos con dotaciones de útiles escolares gratuitas para continuar sus estudios.
En asesorar legalmente a comunidades indígenas para que tengan las herramientas necesarias para defenderse ante los abusos de megaproyectos o leyes que pongan en riesgo sus raíces, cultura, identidad y tierras.
O cuando familias enteras que vivián sumidas en la marginación, sin tan siquiera tener un techo digno en el cual vivir, hoy en día disfrutan de aquel añorado hogar. El cual por el simple hecho de ser pobres les fue negado.
También es cierto que muchos voluntarios aportamos de nuestros bolsillos para financiar los proyectos. Esto a consecuencia de que el gobierno pocas veces se interesa en apoyarnos, ya que a ellos solo les importa la foto y no los resultados.
Más allá de la aportación monetaria que realizamos, también está el tiempo que destinamos, las ideas y los sueños. El camino es largo a través del voluntariado. A veces se logran buenos resultados y en otras ocasiones los efectos no son los esperados. No obstante, este no debe ser motivo para desistir, sino al contrario, debe ser tomado como experiencia y aprendizaje.
De igual manera, el voluntariado no debe significar un estilo de vida, ya que este va más allá de este concepto. El voluntariado debe centrarse en una filosofía de vida, la cual sirva para generar aquella conciencia colectiva que tanto apremia hoy en día. Sin embargo, esta debe de estar alejada de influencias retrógradas y conservadoras. Pero sí apegada a ser progresista en todos sus aspectos.
A pesar de ello, existen seres humanos que a consecuencia de sus acciones logran desprestigiar este noble movimiento a través de acciones oscuras que tienen tal vez, un fin personal, económico o hasta político. Se ensañan en querer influir el miedo y la desconfianza en la ciudadanía, lográndolo en algunas ocasiones, pero no deteniendo el espíritu inquebrantable del voluntariado.
Busca tu motivo, la razón por la cual desees ser parte del voluntariado. Aléjate de aquellas ideas banales de que este movimiento es una moda o el medio para lograr un objetivo trivial. Que tu causa sea el que exista un bienestar social para todas y todos.
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