Carlos R. Aguilar Jiménez.
Cuando se enfrentan en guerra pueblos que se creen elegidos por Dios o que dicen tienen son superiores, es muy difícil o imposible conseguir se rindan, porque además, al creer como los vikingos que al morir en batalla se irían directamente al Walhalla, de la misma forma espartanos, aztecas, nazis y japoneses, que como ejemplo de soldados suicidas tenían a los kamikaze, la única forma de triunfar como hizo Cortés en Tenochtitlan o E.U. en Japón, es desaparecer ciudades o aniquilar totalmente al enemigo, porque al no rendirse no hay forma de vencer, ganar y dominar o exigir indemnizaciones porque los japoneses nunca se rendirían, prefiriendo la muerte antes que la deshonra de la rendición.
Los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki fueron ataques ordenados por Harry S. Truman presidente de EU ocurridos el 6 y 9 de agosto de 1945, lo que significo el fin de la II Guerra Mundial y victoria de Los Aliados, incluido México quien intervino como aliado con el Escuadrón 201, y al rendirse finalmente Japón luego de la muerte instantánea de entre 200 y 300 mil personas y cientos de miles de heridos, japoneses que confiaban en que el Imperio Nipón ganaría la guerra y se apropiarían de cientos de islas, riquezas y extensa tierra continental que habían invadido. Primero fueron los alemanes quienes quisieron construir una bomba nuclear pero no lo lograron a tiempo, siendo advertido EU años antes por Albert Einstein, quienes con el Proyecto Manhattan consiguieron a tiempo fabricar bombas nucleares que después de probar con éxito, construyeron las Little Boy y Fat Man que hace 75 años se hicieron explotar luego de lanzarlas desde un avión sobre las dos ciudades japonesas obligando así a el Imperio Nipón a rendirse incondicionalmente ante la amenaza de lanzar más bombas sobre Tokio y otras ciudades importantes de Japón, evitando la muerte de más de medio millón de soldados estadounidenses, que de no ser por la inmediata rendición tendrían que seguir peleando a muerte contra soldados japoneses suicidas, de tal forma que siendo México hace 75 años integrante de los Aliados, luego de haber declarado la guerra a Alemania, la victoria definitiva y fin de la II Guerra Mundial también hace 75 años, a los mexicanos nos toca parte de la gloria de la victoria y de la satisfacción de no haber sido vencidos por nazis alemanes y kamikazes japoneses, países enemigos de México que en caso de haber ganado la guerra nos habrían obligado a ser sus esclavos y a hablar alemán o japonés, así que todos aquellos que se lamentan, quejan y gimotean por las explosiones atómicas en Hiroshima y Nagasaki, no se han puesto a pensar que México era parte de los Aliados y que de no haber sido por la victoria toda nuestra generación hablaría japonés o alemán y ya no existiría nuestro país porque la intención de los nazis y de los hijos del sol naciente era exterminar a pueblos inferiores, comenzando con judíos, después con los negros, comunistas y latinos, especialmente mexicanos porque les habíamos declarado la guerra por hundir el submarino alemán U-564 al buque petrolero Potrero del Llano y Faja de Oro.