Carlos R. Aguilar Jiménez.
Creyendo según algunos que el río más grande del mundo es el de Jalatlaco y que la comida más exquisita es la oaxaqueña, incentivados por lo que publican algunos medios y la publicidad a favor que hacen otros, principalmente empresas turísticas y restauranteras respecto que la gastronomía en Oaxaca es de las mejores del mundo, pocas dudas hay en relación debido a que por biología evolutiva lo que más le gusta por sabor a todos es lo dulce y grasoso y, para llenarse, no para sentirse satisfecho, sino para atiborrar como tinaco, lo ideal son los carbohidratos baratos y la gastronomía grasienta de Oaxaca es la mejor.
Para quedar bien con el presidente, para halagar su ideología, como halagadores y serviles diputados al servicio de su partido, prohibieron la semana pasada la venta de lo que llaman “alimentos chatarra”, todos los productos en empaque o bolsita fabricados por empresas transnacionales (que odia el presidente) argumentado lo hacen por su interés en la salud de los niños, obviamente para coincidir con el Dr. Que: “como dice una cosa dice otra” y seguir la ideología del gobierno federal de culpar por las muertes de covid a los altos niveles de obesidad, diabetes y al calentamiento global, agujero de ozono y todo el pasado, de Peña Nieto hasta Lázaro Cárdenas, evitando o sorteando prohibir lo que en realidad procura la obesidad y diabetes de los oaxaqueños, que es la comida tradicional, la gloriosa gastronomía oaxaqueña, grasienta, pringosa, empalagosa, adiposa, aceitosa y sebosa, comenzando con las memelas mantecosas y clayudas hechas de carbohidratos con grasa, asiento, las garnachas, todas las fritangas impregnadas de aceite de moto reciclado, mole negro grasiento, tacos de carnitas cocinados en lubricante, el pozole, barbacoa, pollo frito, gringas, enmoladas, etc. y de estos alimentos seguimos con los dulces, menguanitos, turrones, hojaldras, conchas, panqués, pan de yema y bebidas melosas que a diario disfrutamos y presumimos como maravillas de nuestra gastronomía a visitantes, sin que ninguna haya ganado al menos una estrella Michelin o sea una comida recomendable para estar sano, porque si bien la comida oaxaqueña es sin duda sabrosa y suculenta, lo cierto es que una sola memela tiene más grasa y carbohidratos que una bolsa de doritos o sabritas, por lo que si los lambiscones diputados en verdad se interesaran por la salud de los niños, deberían prohibir también se venda a niños pringosas memelas, tacos fritos. biuses, chicharrines y todos esos alimentos atiborrados de grasa y dulce que diario cómenos y, que, si no nos convierten en obesos, si que nos hacen oaxaqueños panzones y diabéticos.