Carlos R. Aguilar Jiménez.
En asuntos y temas respecto de la naturaleza, el universo o la vida, en ciencia únicamente se tienen conjeturas, hipótesis o ideas con cierto fundamento abiertas a la refutación o comprobación por medio de experimentos, auto consistencia y predictibilidad, sin que exista ningún tipo de verdad absoluta, a diferencia de las religiones y algunas ideologías políticas que al creer sus seguidores que son la verdad o realidad total, principalmente porque las dice un sacerdote o su líder, se convierten en fanatismo imposible de cuestionar.
Los mexicanos luego de miles de años de adorar a dioses prehispánicos, de repente llegaron los españoles y convirtieron a la fuerza a todos al catolicismo y ahora somos cristianos-guadalupanos que nos creemos en consecuencia cualquier cosa que nos prometa una mejor vida, ya sea en este sexenio o en el más allá, ya sea el nirvana, habitáculo de Dios y todos los elegidos, el paraíso islámico, el Mictlan o la 4T, suponiendo que por obra y gracia o consultas populares y rifas, las condiciones de vida de los mexicanos mejoraran prodigiosamente, cuando la realidad luego de casi tres años de gobierno sigue igual o peor, especialmente en asuntos de seguridad, economía, corrupción y actualmente polarización ideológica, donde de un lado están quienes fanáticamente creen en promesas, ya sea de tipo sobrenatural-religioso o políticas, sin comprender que la realidad es que México es un país latinoamericano, sin ciencia ni tecnología, distante años luz de crear y tener tecnologías biomédicas, astronáuticas, aceleradores de partículas, submarinos, portaviones y todas las ciencias abstractas y aplicadas que hace siglos poseen europeos, estadounidenses, chinos, japoneses, coreanos y otros países asiáticos, por lo que nuestra realidad es de tercer o cuarto mundo, porque en el camino que vamos habrá más millones de pobres y mayor resentimiento social derivado de la polarización ideológica de ambos bandos, unos, como los Hunos de Atila, al no tener que perder están dispuestos a todo y, los otros, como los cristianos de Bizancio, en espera se arruine su economía junto con la del país, donde ahora hay dos ideologías polarizadas, como en tiempos de la Conquista, de la invasión francesa, de los cristeros, los comunistas, y ahora los fanáticos ideológicos de cada bando, unos trabajando, produciendo, esforzándose para que de sus impuestos se mantenga a los otros, en una dinámica social tercermundista en la que con mediocridad, pequeñez e insuficiencia se pretende, se dijo, transformar a México en un país de primer mundo al estilo de Canadá o Suecia, naciones donde se venera, ya sea Dios, a su rey o al presidente, trabajando, innovando, inventando, cooperando y no dividiendo, descalificando, culpando al pasado o dividiendo y polarizando a los mexicanos creyentes de lo que sea y les haga felices como a los Hunos de Atila.