Carlos R. Aguilar Jiménez.
La celebración el 25 de diciembre, del nacimiento de Jesús en Belén, resulta tan cierto como el año en que nació. Desde que se estableció la religión cristiana como credo oficial de Roma, en diversas épocas se han propuesto otras fechas para esta festividad, que seguramente no ocurrió el 25 de diciembre porque se ha hecho notar que no pudo ser en diciembre ya que este mes es la estación más fría, de nieve, lluvia y fuertes vientos en la región de Judea, y por ello los pastores no tendrían sus rebaños a la intemperie como refiere el Evangelio.
Para las religiones anteriores al cristianismo, el 25 de diciembre era el solsticio de invierno, el día en que se confirma que luego de detenerse el sol en su camino hacia el sur, comienza a elevarse de nuevo en el cielo, y si bien este movimiento para los oaxaqueños que vivimos entre los trópicos no tiene mayor importancia, para quienes viven en latitudes nórdicas es de felicidad porque se anuncia terminara el hielo y pronto renacerá la vida en primavera porque los días cada vez son más largos, así que sabiendo esta situación de la mecánica celeste, los persas, egipcios, griegos, romanos, hindúes, incas, zapotecos y mexicanos entre otros pueblos antiguos, celebraban el 25 de diciembre el parto de la Reina de los Cielos, la Virgen Celestial, y el nacimiento de su hijo, el Dios Solar: Apolo, Tonatiuh, Ra, Dionisius o Baco a quien los griegos llamaban el Salvador, nació de una virgen el 25 de diciembre, lo mismo que Hércules y Adonis. Los egipcios no solo adoraban a una madre virgen, sino que representaban la efigie de su recién nacido acostado en un pesebre. Osiris fue también hijo de una virgen santa, siendo todas estas alegorías respecto de lo que representa el regreso del sol para los pueblos septentrionales, el hecho que luego de meses de noches muy largas, nevadas, hielo por todas partes y ninguna posibilidad de conseguir alimentos, el regreso del Sol rumo al ecuador, significaba que terminara la estación más hostil del año, por lo que se podían dar el lujo de comer algo de la despensa almacenada preparando una suculenta cena de Natividad sabiendo que unos meses el dios solar que renacía el 25 de diciembre volvería a calentar e iluminar la tierra y la vida surgiría, renacería una vez más. Nosotros en tiempos precristianos, al margen de esas creencias teníamos la nuestra venerando a Tonatiuh y celebrando también el solsticio, de la misma forma que hoy en la noche, la noche Buena y mañana Navidad, porque, de una forma u otra, del credo cristiano o prehispánico, lo importante es que todos celebramos la Noche Buena y Navidad o Solsticio, conviviendo, disfrutando y no cabiendo de contento con familiares, esta vez con las restricciones debidas para evitar contagios de covid-19 y posibles muertes, así que FELIZ NAVIDAD a todos.