Ismael Ortiz Romero Cuevas
El desagradable espectáculo que vimos la noche de la entrega número 94 de los premios de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas, protagonizado por el ahora ganador del Oscar, Will Smith y el comediante Chris Rock ha dado mucho de qué hablar, que analizar y, sobre todo, poner en la mesa el tema de lo que puede o no estar bien dentro de una transmisión en vivo. Y aunque mi teoría sigue siendo en que eso fue una situación perfectamente montada, ha llegado el momento de hablar de la verdadera víctima de todo esto: Jada Pinkett-Smith.
La prensa de todos lados se ha volcado en señalar lo ocurrido entre los dos histriones que al final de cuentas, no deja de ser una actitud machista y llena de violencia. Will Smith ha emitido un comunicado pidiendo perdón al comediante y a la Academia, no por un acto de conciencia y arrepentimiento sincero, sino para que no le retiren su recién ganado Oscar a Mejor Actor. Por su parte, la Academia también expuso un boletín donde se deslinda de lo ocurrido y dice, que acatará lo que las autoridades y su Junta de Gobierno decida al respecto. Chris Rock no se ha pronunciado hasta hoy y tampoco presentó cargos hacia Smith por lo que ni la Academia ni las autoridades, pueden proceder al retiro del reconocimiento al otrora príncipe del rap. Y de eso se han tratado las notas de estos días, pero nada ni nadie ha mencionado a Jada Pinkett, la agraviada al final de cuentas.
Y la verdadera víctima de todo esto es justamente ella, porque fue objeto de una burla y no de un chiste por parte del comediante, por una condición física que de entrada no es su culpa y porque además por su aspecto resultado de esa dolencia, rompe con los estereotipos de belleza femenina a los que nos han educado. Y muchas mujeres son víctimas de ello por las circunstancias que sean: por delgadas, por gordas, por morenas, por vivir con alguna discapacidad, por ser liberales, por ser atléticas, por ser de estatura baja, por ser altas, porque le gusta maquillarse o porque no y así, podemos enlistar un largo etcétera. Lo que realmente nos debería importar es el ataque a una mujer de parte de un hombre mofándose de un padecimiento que la hace ser diferente a ese modelo de belleza impuesto. Las manifestaciones de violencia en ese tipo de programas no son si uno golpeó al otro, sino de la violencia por apariencia de la que fue objeto Jada delante del mundo, en una transmisión en directo y de la que se ha dicho muy poco; de la violencia de la que siguen siendo objeto las mujeres, sea cual sea su condición.
En 2018, Jada Pinkett-Smith hizo público el padecimiento de alopecia areata que le hace perder el cabello de forma patológica. Ante eso, la talentosa actriz decidió visibilizar la condición con la que vive y así, ayudar a otras mujeres que la padecen a que afronten con fortaleza esta afección, en un acto de verdadera sororidad. Por ello, Pinkett decidió no recurrir a las pelucas ni a otros tratamientos y mostrarse de manera pública con las secuelas de su padecimiento. Un acto que no solo es de gran baluarte de carácter, sino que da una lección de hermandad hacia otras mujeres.
Todos han mirado lo que pasó con Will Smith y Chris Rock. Los medios de comunicación internacionales se han volcado en señalar el incidente y en sacar sus teorías e hipótesis sobre las consecuencias. Y no, en lo personal pienso que ninguno de los dos actores en su muestra irracional de testosterona es victima y victimario. La realmente afectada es Jada Pinkett y los agresores son los dos, y aunque Will haya dicho que el amor te hace cometer actos irracionales, no hemos leído, visto o escuchado que se disculpe con su esposa por dejarla en una situación tan incómoda y prácticamente hacerla responsable de su demostración visceral de intimidación. Chris Rock tampoco es la víctima, aunque haya sido golpeado, sino otro agresor que se mofa de una mujer por una condición que se llama violencia por apariencia, y que sufren la mayoría de ellas por no cumplir con lo que la sociedad espera como imagen femenina. La víctima tampoco es la Academia, aunque trate de ponerse en ese papel, y lo último que debió hacer es deslindarse, pues esa desagradable situación sucedió en el escenario de su gala y lejos de eso, le correspondería mostrarse solidaria con Jada, retirarle su Oscar a Smith y jamás dejar que Chris Rock vuelva a pisar su escenario, porque si alguien salió beneficiado del incidente, es justamente la Academia, porque no hemos dejado de hablar de lo sucedido.
Nadie, se ha disculpado con Jada, que ha demostrado, ante todo, una fortaleza, entereza y elegancia ante la situación, digna de una mujer empoderada. Así, que dejemos de hablar de los dos actores violentos y sugiero, que mejor pongamos en el reflector a Jada, una actriz talentosa, hermosa y que ha dado una lección de sororidad al mundo para la que aún, no estamos preparados.
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