Carlos R. Aguilar Jiménez
Se pueden decir infinidad de cosas respecto de la economía, bautizarla de austeridad o franciscana para entregar dádivas a adultos mayores, limosnas a jóvenes y subvenciones a quienes menos tienen, dilapidando dinero de nuestros impuestos, lo que paga la gente que trabaja como gravámenes por su salario y las cosas que compra, que el gobierno regala a improductivos con su pretexto de hacer el caldo gordo a los pobres, quienes, no obstante reciban dinero para ayudarse, lo cierto y maligno es el índice de inflación nacional que ha llegado a 8.3, repercutiendo en un alza en los precios de todos los objetos y servicios, y que representa un duro impacto a los salarios de los empleados y obreros, que cada semana se dan cuenta que lo que ganan ya no alcanza para lo que compraban antes, debiendo dejar leche, carne, huevos y otros productos indispensables.
El gobierno prometió en campaña y lo sigue diciendo, que acabaría con la pobreza y no ha cumplido, porque según el INEGI en los últimos cuatro años han aumentado cuatro millones de pobres y, el pretexto que utiliza el Presidente para justificarse en su incumplimiento, es que no se ha podido controlar el incremento de los precios de gasolina, gas, maíz, frijol, carne, tortillas, pan, leche, etc., por factores externos: la pandemia, guerra de Ucrania, intereses creados, mafia del poder, neoliberales, capitalistas, políticas del pasado o lo que sea, con tal de no reconocer su fracaso o mentiras. Y si para mal, durante la pandemia se paralizó el aparato productivo y de servicios, estos factores podrían haberse disminuido en su impacto inflacionario si el gobierno hubiese atendido sectores de servicios primarios: agricultura, ganadería y cadenas productivas que causaron la quiebra de muchas medianas y pequeñas empresas ocasionando el crecimiento del sector informal, además de descalificar al sector industrial, de salud, energético y comercial, de tal forma que con la aplicación a tiempo de un presupuesto de emergencia para contingencias, México no tendría la inflación actual y creciente que, posiblemente para fin de año llegue a 9. Y si en esta situación inflacionaria desbocada consideramos también la obcecación presidencial por construir un tren en la selva, una refinería obsoleta o una central avionera, que primero dijo costarían cierta cantidad de miles de millones de dólares y han triplicado su costo, y seguirá subiendo, resulta que este gobierno de la austeridad y pobreza franciscana, en realidad es del despilfarro en dádivas, que sigue apoyando económicamente a PEMEX y CFE, paraestatales quebradas que en cuatro años, sus resultados son números rojos o nulos, como la refinería inaugurada sin terminar, igual que la central avionera, el almacenamiento del avión que nunca se vendió y que para justificarse, aunque viva “franciscanamente” en un palacio de lujo obsceno, se dedica toda las mañanas a echarle la culpa de sus fracasos a la PRENSA, el pasado remoto, los neoliberales o a quien sea que no crea que la inflación es por culpa de otros y a fin de año llegará a nueve o diez por ciento, perjudicando severamente a los pobres y necesitados que no viven en un palacio.
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