Paréntesis
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Ismael Ortiz Romero Cuevas
Me topé con una serie en Netflix de la que no había escuchado ni leído nada, hasta que, sin quererlo, la ‘maratoneé’ y la terminé de ver en un día. Se trata de “La chica de nieve”, una serie creada y escrita por Jesús Mesas Silva y Javier Andrés Roig, aunque lo que realmente me atrajo para disfrutarla, fue que era protagonizada por Milena Smit, que al menos a mí, me conquistó el año pasado con su trabajo en “Madres paralelas” de Pedro Almodóvar y porque también vi que actuaba a su lado Loreto Mauleón, actriz que realizó una interpretación magistral en la serie “Patria” de HBO, con su personaje de Arantxa. Y esa unión de talentos, me hizo confiar en la serie de la que esperaba, fuera más un drama.
Pero me enfrenté a un ‘thriller’ de alto calibre, donde el misterio es el gran condimento para que la historia nos atrape desde el primer instante. Y es que, en esta serie, de seis episodios de cuarenta y cinco minutos de duración aproximadamente, urge encontrar a Amaya (Emma Sánchez), una niña de cinco años que desapareció de manera misteriosa durante la cabalgata de día de Reyes en Málaga, sin dejar rastro, solo su impermeable amarillo al que me costó trabajo entender que ellos le llaman ‘chubasquera’. Y así comienza la historia que poco a poco se va convirtiendo en un enredo donde los personajes y situaciones parecen salirse de lo común.
Y es justamente ese el valor de “La chica de nieve”, de cómo una situación que podría parecer un crimen horrendo, pero bastante frecuente, va convirtiéndose en una historia mucho más complicada y lóbrega conforme avanza el tiempo en los episodios, pues además se toma el tiempo, aunque no demasiado, en mostrar los sucesos desde varias perspectivas, desde la simpleza de la única pista encontrada, hasta el descubrimiento de Miren Rojo (Milena Smit), la periodista que toma el caso de Amaya como algo personal por ciertas conexiones con su misma historia, y que realmente esconde algo mucho peor, retorcido y tétrico.
La premura de mostrarnos la verdad en “La chica de nieve”, se convierte en el recurso más valioso de los escritores y de la producción, pues el vertiginoso ritmo es eficaz en su cometido, ya que desarrolla la historia con fluidez y prácticamente sin tropiezos, teniendo como resultado que no podamos dejar de verla ni un solo instante. Las actuaciones brillan, la fotografía es magistral, el estilo ‘neo noir’ me pareció bellísimo, nos muestran lugares de Málaga de ensueño y presentan una historia que los amantes del ‘thriller’ van a convertir en una de sus favoritas. Tal y como me ha pasado a mí.
Por eso, es también un buen punto hablar de Mesas y Roig, los escritores y creadores de la serie y que mencioné en el párrafo de apertura de la entrega de hoy, puesto que, aunque pareciera que enfocarse en lo realmente importante para contar la historia es algo de lo más común que cualquier guionista de serie tendría conocimiento y parece que no. En este caso, ambos, entendieron perfecto que no deberían centrarse demasiado en los detalles que narra Javier Castillo en la obra literaria de donde se basó esta producción, sino contar la parte medular y no perder el único objetivo importante, sin descuidar los valores de producción que, dicho sea de paso, son impecables. Así, nos entregan una gran historia que se disfruta y nos vuela la cabeza de principio a fin.
La encontré y no tuve de ella una gran expectativa. Hoy me entero de que, ha sido un fenómeno en Netflix desde febrero de este año y se las recomiendo sin tapujos. Ojalá la disfruten y descubran por qué es “La chica de nieve”.
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