Carlos R. Aguilar Jiménez
México, que hoy ya no es república desde la liquidación de los tres poderes, perdió territorio anexado a Estados Unidos en 1850, cediendo millones de kilómetros cuadrados que ahora forman parte de EE. UU. y que, de no haberse anexado, seguirían siendo parte de México y, en vez de ser de primer mundo, desarrollados, prósperos, industrializados y ricos, como Houston o Los Ángeles, por ejemplo, seguirían siendo parte de México, del tercer mundo, pobres, miserables, inseguros, devaluados y dominados, anexionados por el crimen organizado, como Sinaloa, Chihuahua, Sonora, Guanajuato, San Luis Potosí, Zacatecas, y muy pronto Oaxaca y todos los estados que, el actual gobierno mexicano, ha perdido o entregado y ahora controlan y dominan los cárteles.
Luego de la independencia de EE. UU., nuestro vecino del norte que veía bien la emancipación de Latinoamérica, con intención de que fueran ellos quienes dispusieran de todo el continente: “América para los americanos” y México, que es frontera fue y es un punto de interés vital, iniciando desde el gobierno de Iturbide tácticas para la anexión de Texas, con el posterior desacuerdo respecto de los límites de la frontera, llevó a la invasión estadounidense entre 1846 y 1848 cuando Estados Unidos se anexionó además, territorios que comprenden ahora California, Kansas, Nuevo México y otras regiones que, desde 1850 y hasta ahora se habían mantenido tal y como se acordó en un tratado territorial fronterizo, porque desde que comenzó la ideología de “abrazos, no balazos, los criminales comenzaron a anexarse territorio mexicano para imponer su ley y absoluto control, como en su tiempo hizo Estados Unidos.
El Estado mexicano, el gobierno federal con su actual ineptitud, ideología populista, corrupción, nepotismo y aniquilación de la República al anexionarse el Poder Legislativo y Judicial, convirtiendo a México en país de poder absoluto, facilita en exceso la operación impune y despiadada de delincuentes organizados en carteles o bandas de póngidos para extorsionar, secuestrar, intimidar, amenazar, masacrar, asesinar o bombardear, en síntesis, aplicar tácticas del terrorismo para imponerse como ley suprema y máxima autoridad en los territorios anexionados por el crimen organizado, sometiendo o comprando a gobernadores, presidentes municipales y a todas las autoridades legalmente instituidas y que pierden su autoridad.
Política y geográficamente México sigue dividido en sus estados o municipios desde 1850, pero en la realidad actual debiera indicarse que, si bien nuestro país es el mismo en mapas, casi la mitad de su territorio ya no lo controla el gobierno federal, sino delincuentes que se han anexionado ciudades y estados. Primero perdimos territorio con EE. UU., ahora se pierde con delincuentes, que, con balazos, masacres, extorsión o amenazas de muerte imponen su ley, sin que el gobierno intervenga en beneficio de los ciudadanos, y, de la misma forma que perdimos territorio geográfico, ahora se pierde territorio político y administrativo a sangre y fuego.
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