Carlos R. Aguilar Jiménez
Donald Trump juró como nuevo presidente de Estados Unidos, en lo que será su segundo mandato. El republicano, quien juró ante el presidente de la corte suprema, inmediato a su ascensión, entre sus anuncios más importantes están acciones emergentes en contra de la migración ilegal y su clasificación de cárteles criminales como terroristas, e imposición de aranceles a diversos países, que como decretos no gustaron a los países que se verán afectados económica y políticamente, principalmente México, nación que depende en gran medida de las remesas de migrantes y las exportaciones de productos y recursos naturales al vecino del norte.
Mexicanos, latinoamericanos y panameños, a quienes advirtió recuperará la administración del Canal de Panamá, están asustados por las consecuencias del cumplimiento de sus promesas de campaña, que muchos creían eran, únicamente, ofrecimientos que no cumpliría y ahora, son realidad, decretos firmados que beneficiarán a EEUU y a nadie más, porque para los estadounidenses es para quienes gobernará Trump, a quienes incomoda el ingreso ilegal a su país de personas en busca de trabajo o seguridad que no tienen en su país, como México, donde el gobierno presume el dinero de las remesas que envían los paisanos que tuvieron que huir de un país donde no encontraron manera de sobrevivir.
Donald Trump, quien a la inmensa mayoría de mexicanos no les gusta, es un estadounidense, como son los gringos: capitalistas, imperialistas, exploradores, aventureros, innovadores, creadores, librepensadores, científicos, ingeniosos, belicosos, ganadores de premios Nobel, astronautas y creadores de casi todos los aparatos e instrumentos de tecnología clásica, moderna y avanzada, derivada de tecnología espacial, nuclear, cuántica y ahora genética, neurocientífica y lo que descubran en ciencia y tecnología, con la promesa, durante su discurso de toma de posesión, acompañado de Elon Musk y Jeffrey Bezos, de ir a Marte.
Respecto de cómo vivimos los mexicanos y demás países tercermundistas, la responsabilidad no es de EEUU y menos de Trump, él hace lo que debe hacer por su país, la culpa es de los gobernantes de cada nación y de su propio pueblo, que en el caso, por ejemplo, de Oaxaca, los habitantes de pueblos y aldeas están más interesados en la fiesta, mayordomía, vela, fandango o festejo, que por la infraestructura de su localidad, porque en sus modos de vida de abusos y malas costumbres, lo importante, como se ve en la película: Ánimas Trujano, es ser el mayordomo, aunque no tengan agua potable, drenaje, escuelas u hospitales, porque esos servicios los tiene que poner el gobierno pagando la deuda que, desde Hernán Cortes, la patria tiene con sus habitantes originarios, y si el Papa se indignó por la mano dura de Trump contra migrantes, entonces debería aceptarlos en la Plaza de San Pedro y darles trabajo en el Vaticano para que sigan sufriendo, porque según los latinos católicos, mexicanos y guadalupanos: “Bienaventurados los que sufren, porque de ellos será el Reino de los Cielos”.
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