Renato Galicia Miguel
A Canelo Álvarez sencillamente lo ubicaron en la realidad, como decía mi amigo René Pacheco, el Sapo.
Terence Crawford, tres o cuatro años mayor que aquél, lo boxeó e hizo que salieran sus limitaciones, el lugar que ocupa en el ring mexicano.
Los reporteros tenemos un sentido arácnido que nos hace sospechar desde un principio de ciertas figuras.
Y sí, cuando Televisa empezó a proyectar al Canelo, olió a podrido.
“Es un producto comercial”, dice don Nacho Beristáin. Me parece evidente. Más después de su derrota contra un púgil que subió dos divisiones para ganarle sus campeonatos.
Junto con la Fórmula 1, el box es de los deportes que todavía me apasionan. El fucho ya no, el beisbol sólo en la Serie Mundial y el americano nada más en el Super Bowl.
La primera pelea que me encendió —y entristeció— fue la de Vicente Saldívar vs Kuniaki Shibata en 1970.
La última que me estremeció fue cuando Juan Manuel ‘Dinamita’ Márquez noqueó a Manny Pacquiao en 2012.
Mi punto álgido en relación con el boxeo fue cuando hice una crónica para la revista independiente ‘Tangente Toca tu Vida’ por la pelea entre el Dinamita y Floyd Mayweather Jr.
Estuve tres meses en el gimnasio Romanza —acrónimo de Román (Gilberto) y Zaragoza (Daniel)— de Nacho Beristáin, el de la Agrícola Oriental. Entrevisté a éste y al Dinamita. También, por la audacia y talento de Javier Villagómez, conseguimos que, excepcionalmente, la legendaria marca Cleto Reyes nos permitiera publicar una portada con la imagen de sus guantes conmemorativos de septiembre.
La realidad del Canelo está mucho más allá de los diez primeros boxeadores mexicanos de todos los tiempos.
He visto a muchos mejores: Sal Sánchez, Julio César Chávez, Rubén Olivares, Rafael Herrera, ‘Mantequilla’ Nápoles, Carlos Zárate, Lupe Pintor, Chucho Castillo, Miguel Canto, el ‘Finito’ López’, la ‘Chiquita’ González’, el Dinamita, el ‘Terrible’ Morales, Marco Antonio Barrera, ‘Pipino’ Cuevas, Vicente Saldívar, un ídolo de veras, no un producto comercial.
El Canelo debe buscar la revancha contra Crawford y enfrentar a los mejores en su peso si quiere resarcir un poco los daños.
El problema es que fue exhibido como un bulto de ‘marketing’ y varios boxeadores pueden ahora despreciarlo, precisamente como él hizo en sus días de éxito. Ironías de la vida.
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