Carlos R. Aguilar Jiménez
Durante la existencia humana, desde que evolucionó el Homo Sapiens ha habido fanáticos, fundamentalistas, ideólogos y radicales, que sí, lo que ellos creen o piensen suponen es lo correcto para ellos mismos; lo inadmisible es que se lo quieran imponer a otros, ya sea por medio de la fe, violencia, propaganda o repetición de quimeras todos los días. Fanatismo es un apasionamiento y necedad desmedida en la defensa de opiniones o creencias, especialmente religiosas o políticas.
Para el fanático político como para el religioso no hay evidencia, prueba, demostración o experimento, incluso sentido común que valga en cuanto a la realidad o los hechos. El fanático o fundamentalista supone que tiene toda, absolutamente toda la razón y no hay forma de hacerle cambiar de credo, y menos si esta sobornada por una dadiva o promesa en ultratumba, de tal forma que para defender lo que cree, no utilizará ideas o argumentos debatibles, sino lo que diga su líder, presidente, caudillo, partido político, sacerdote, imán o rabino.
En México sus habitantes siempre han estado divididos, tolerándose discretamente. Por supuesto que hubo episodios de radicalismos fanático con los cristeros o en el 68 y todo el tiempo que los siniestros pretendían imponer el comunismo y hoy, de un modo u otro, sabemos que en los pueblos se vive najo régimen comunista: “abusos y malas corambres”, donde la tierra es de todos y de nadie, lo mismo el agua y recursos naturales, obligando a los comuneros (comunistas) a trabajar desde topiles hasta alcaldes sin pago alguno, como sucedió en la URSS, China de Mao y Cuba donde no hay propiedad privada de nada, ni de la tierra, como en los pueblos de Oaxaca, sustento del actual régimen ‘comunistoide’ y polarización social
Si no hay propiedad privada ni gobierno alguno que la defienda, ningún empresario invertirá y, los mismos habitantes jamás obtendrán recursos, (excepto tierra y polvo) que les permitan mejorar su calidad de vida, dependiendo siempre de lo que les dé el gobierno, dádivas o lo que sobre de sus cultivos o chivos de autoconsumo, defendiendo fanáticamente sus abusos y malas costumbres siendo capaces de matar por centímetros de tierra y polvo, de la misma forma que los habitantes fanáticos de las ciudades, dispuestos a la violencia por defender su ideología, creencia, líder o su dadiva.
Miles murieron en las cruzadas por defender a su Dios, millones en las guerras de Hitler, Stalin, el rey Leopoldo de Bélgica y Ayatolas, asesinado un sinnúmero que no se sometían a su ideología; otros casi se matan por su equipo deportivo o, como energúmenos fanáticos les dicen traidores de la patria a quienes tienen otra opinión. Los tiempos de fanatismo político, son tiempos violentos, tan peligrosos como los de la Inquisición católica, la expulsión de judíos, jesuitas o segregación de africanos. Tiempos violentos justificados en fanatismo para quemar mujeres-brujas o herejes y fusilar a confederados, burgueses o liberales, cualquiera que desprecie un fanático.
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