Carlos R. Aguilar Jiménez.
Incrementando y extendiéndose los vendedores ambulantes con sus puestos fijos y semifijos de manera exponencial en todo el Centro Histórico de la ciudad, además alrededor de mercados, escuelas, plazas comerciales, parques públicos, calles, bulevares, vendiendo objetos robados, piratería alimentos insalubres y baratijas que lamentablemente compra la gente y turistas, para crear un nuevo puesto en cualquier lugar, requiere únicamente de franquicia que ha de conseguirse con algún líder, colectivo en resistencia, agrupación indígena, sindicato, partido político e incluso de un membrete o siglas de cualquier gremio que se diga cultural, social o incluso educativo, porque así funciona la dinámica de vendedores ambulantes, para quienes no existe más autoridad que la de sus líderes y la ley del más fuerte.
Cada día aumentan las franquicias, inmunidad y o privilegios de vendedores callejeros, que no pagan impuestos, compiten deslealmente con comercios establecidos, infestan calles de basura y convierten el paisaje urbano de una ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad, en grotesco mercado y mugrosos andadores o calles, porque para obtener una franquicia de vendedor callejero no se requiere tramitar documentos oficiales para permisos, ni de la Secretaria de Salud o de Hacienda, ni cumplir tampoco con ningún requisito urbanístico o estético, porque es suficiente con ser pariente o amigo de algún vendedor callejero ya instalados parta que este extienda su franquicia con el visto bueno del líder y se instale otro puesto o, que un nuevo grupo requiera más espacios para vender sus productos y se amplíe o establezca, cambiando estructuras móviles por fijas, porque en Oaxaca no se demanda más que brutalidad, amenazas y fuerza suficiente para poner al gobierno de rodillas, intimidándole con manifestaciones, cierre de calles o cualquier amenaza para que las autoridades se escondan. A un costado del Convento de Santo Domingo recientemente aparecieron cinco puestos que ahora son más de diez y contando, que amparándose en banderas de una agrupación en resistencia, iniciaron la transformación del Andador de lo que pronto será grotesco mercado, porque las franquicias están a la venta y, si usted amable lector o alguien más quiere instalar un puesto en el zócalo o andador, no necesita permiso oficial, sino salvoconducto con algún líder, no únicamente para instar un puesto en la calle, sino para cualquier negocio lucrativo en los mejores espacios de la ciudad, porque no se instalan en cualquier lugar, donde a la vez se prohíbe que dueños de restaurantes del Andador o de comercios de otras calles instalen mesas afuera de sus negocios, pero si permiten que cualquier vendedor ambulante, comercie nieves, sombreros, ropa típica hindú, comida infecciosa, objetos robados y lo que se les ocurra, explotando a niños a quienes encargan entregar cuotas o acompañar a pordioseros para causar más lastima gracias a las franquicias que cualquiera puede obtener para vender impunemente en las calles de Oaxaca, donde la única autoridad que vale es decirse indígena, sindicalista, en resistencia o de lo que sea se les ocurra para obtener su franquicia.