Ismael Ortiz Romero Cuevas
Ayer, 25 de marzo hubiese sido el cumpleaños número 77 de la grandiosa Aretha Franklin. La única, la que nos erizaba la piel cada que la escuchábamos cantar. La primera mujer en tantos ámbitos. La que inspiró a leyendas, la que hizo llorar de la emoción a Barak Obama; la que nos estremecía con su sola presencia.
Hacer un recorrido por la carrera de Aretha Franklin, podría dar para un libro apasionante, para una bioserie (ahora que están tan de moda), o una biopic plasmando todo lo que representó para la cultura afroamericana, para la música, para el soul, para el feminismo y para la historia. Y es que sus premios y reconocimientos incluyen entre otros: Dos doctorados en música por las universidades Berkley College Of Music y la de Pennsylvania; fue la primera mujer en entrar al Salón de la Fama del Rock And Roll en 1987; la segunda mujer en entrar al UK Music Fame OF Hall en 2005; el presidente Bill Clinton le entregó la Medalla Nacional de las Artes en 1999 y en 2005, George W. Bush le otorgó la Medalla de la Libertad; el estado de Michigan nombró su voz como “Tesoro Natural”; ganó más de 20 premios Grammy siendo la cantante con más preseas que ninguna otra; fue la primera mujer afroamericana en aparecer en la portada de la revista Time y en 2008, la revista Rolling Stone, la nombró “la mejor cantante de todos los tiempos”, superando a vocalistas como María Callas, Montserrat Caballé, Mariah Carey o Whitney Houston. Sí, Arteha fue una leyenda y rompió esquemas en todos los sentidos.
No entraré en detalles de la carrera de Franklin porque me faltaría espacio y a ustedes queridos lectores, tiempo para recorrer una trayectoria de más de 60 años en la música y en el arte. Basta con que la recordemos como siempre fue: poderosa, carismática y cantando de una forma magistral.
Permítanme contarles una anécdota de cómo conocí a Aretha Franklin. Mi padre, era una persona apasionada de la música y en algún momento, cuando yo era niño, me habría mostrado algo hecho por Aretha Franklin, sobre todo porque en el año 1987, cuando yo tendría quizá unos siete u ocho años, se escuchaba mucho aquella canción que interpretó a dúo con George Michael llamada “I Knew You Were Waiting (For Me)”, obvio, recuerdo que mi padre me mostró en LP, un trabajo de Aretha Franklin con una portada muy extraña, que ahora sé, se trataba del disco “Hey Now Hey (The Other Side Of The Sky)” que le había producido nada menos que Quincy Jones en 1973 y que contiene uno de sus temas más emblemáticos: “Angel”. En ese tiempo, de verdad que no representó gran cosa para mí, en realidad lo vi con muy poco interés pese a que me explicaban lo grandiosa que era ya en esos días. Fue hasta mi adolescencia, cuando me comenzó a interesar mucho más la música y sobre todo, el rock, el pop y el R&B, con artistas como TLC, Brandy, Mariah Carey, Brian McNight, Boyzz II Men y otros tantos. Al investigar del género, todos caían en una sola artista como su gran influencia: Aretha Franklin. La grandiosa Aretha Franklin. Comencé a escuchar música de ella; lo que se podía en aquellos años cuando la internet no era tan veloz como hoy en día y ni rastros de que existiera YouTube. Bajé dos canciones de ella en el Napster de mediados de los noventas, donde además, me tardé dos días en poder tener completas las piezas que recuerdo que fueron: “Respect” y “Chain Of Fools”, dos de sus canciones más icónicas.
Fue en 1998, cuando la cadena VH1, tuvo la grandiosa idea de hacer un concierto llamado “Divas Live”, donde por primera vez y en un mismo escenario se juntarían las mujeres más exitosas de la industria en aquellos años: Celine Dion, Mariah Carey, Gloria Estefan, Shania Twain y obviamente Aretha Frankin, siendo ese concierto un acontecimiento sin precedentes y donde me tocó, a mis 17 o 18 años, disfrutar por primera vez a Aretha en un escenario. Fue de lo más impresionante que he visto, aunque haya sido en televisión: verla cantar, emocionarse, emocionar al público como nunca antes había visto en mi entonces corta vida, verla dar cátedra arriba del escenario a las otras cuatro “pesos pesadísimos” de la música; fue indescriptible; fue portentosa. Desde entonces, fui gran seguidor de Aretha. Supe que todas las referencias de la música, me llevarían a ella.
Y ayer lunes, fue su primer cumpleaños que sus seguidores y la música, celebramos sin ella. Su partida consistió en una gran pérdida para la música en todos los sentidos. Porque su presencia, aporte, voz y carisma siempre serán indispensables; porque Aretha nos enseñó a todos los amantes de la música que el arte puede ser un símbolo, pues no solo poseía su brioso talento, su vigorosa voz y su desbordante carisma, sino que usó su popularidad para convertirse en bandera de la lucha racial en los Estados Unidos y una de las primera figuras públicas en apuntalar la liberación femenina en todos los sentidos. Por tantas cosas, ¡Aretha siempre serás la reina de reinas!