Carlos R. Aguilar Jiménez.
Dentro de los grupos de ambientalistas y asociaciones ecologistas, existen todo tipo de clases e intereses, algunos genuinos y auténticos porque manejan datos arbitrados y donde su preocupación por la naturaleza y seres humanos es ética; otros son los políticos ecologistas como los del partido verde, quienes buscan beneficios personales o de grupo, siendo los que utilizan la ecología como pretexto para cobrar impuestos, multar, sancionar y prohibir, y por último están los que actúan de buena fe, quienes tienen buenos deseos aunque no sepan nada, basando su criterio en propaganda y argumentos de otros, principalmente de lo que anuncia el gobierno y fanáticos ambientalistas, que como si fueran dogmas o bulas, aceptan todo sin ningún escepticismo o duda.
La religiones, como la nueva religión verde de ecologistas y ambientalistas, en lo que se refiere a ecología, cuidado del ambiente o “salvar el planeta”, pretenden que sus juicios son verdaderos, que tienen fundamentos, el testimonio de la veracidad: el dogma verde, el credo ambiental, que expone ideas que dicen son absolutas e infalibles y que deben ser aceptadas por los demás, ya sea por imposición o por medio de leyes y la fuerza del estado, y así por ejemplo, en CDMX se prohíbe usar vehículos de motor un día o más a la semana desde el siglo pasado, prohibición que no ha servido de nada porque la gente se compró otro coche y la contaminación sigue igual; también deben pagarse impuestos por verificación vehicular, no se puede construir en zonas de reserva ecológica y, todo esto no por obra y gracia del espíritu santo, sino del gobernante en turno. ¿Por qué relaciono a ecologistas con religiones? Desde hace años se ha reconocido y desenmascarado por parte de ecólogos profesionales, a las religiones verdes, que igual que la católica, por ejemplo, sirviendo a intereses económicos o políticos, se manifiestan preocupados por lo que le suceda a pájaros, árboles o lagartijas, siendo que, en realidad lo que buscan es avalar conductas y negocios sucios o evitar infraestructura que les perjudique, como los pudientes de San Felipe que han logrado impedir se utilice el Libramiento Norte, perjudicando a millones de automovilistas que no encuentran opción de circulación. Se debe desechar la curiosa superstición de que los políticos tienen derecho especial para decidir lo que se debe hacer en materias de ciencia, (la ecología es una ciencia de especialistas) Ya es tiempo de dejar de tener fe en lo que dicen y aceptar sin duda sus declaraciones. El mundo no se acabará, el agua tampoco ni el oxígeno, estando a tiempo de evitar la Religión Verde y sus dogmas, porque al final los ecologistas podrían evitar el desarrollo y progreso de México o Oaxaca mediante infraestructura, industrias y empresas, porque si ahora les aterra un Oxxo como si fuera un apóstata, pronto hasta pavimentar una calle será pecado y será mejor dejarla de tierra y polvo y los árboles serán como deidades igual que gatijos y perrijos.