Carlos R. Aguilar Jiménez.
Zona de desastre son diversas regiones del territorio oaxaqueño por donde pasaron descargando cientos de kilómetros cúbicos de agua las bandas nubosas del huracán que desbordaron escorrentías, arroyos y ríos e incluso convirtieron calles de pueblos en torrentes y aluvión, porque es un hecho inobjetable que la mayoría de desastres, que no son naturales, sino únicamente fenómenos de la naturaleza, se manifiestan de acuerdo a leyes y constantes geológicas, meteorológicas y orográficas, causando desastres para los humanos que imprudentemente construyen casas, ciudades o infraestructura donde algún día un alud, aluvión o desbordamiento demolerá todo, mientras que para el resto de habitantes del estado de Oaxaca, especialmente para agricultores, ganaderos y todos los que necesitamos agua, las lluvias son una bendición
Quienes viven en lugares altos de valles, en colinas, lejos de cauces de ríos y zonas que los expertos de Protección Civil clasifican como seguras, no tienen problemas ni riesgos, incluso ante terremotos, si previendo, las construcciones se hacen sólidas estructuralmente para resistir 7 grados Richter, no obstante, como en Oaxaca no existe autoridad que se respete ni gobernante que aplique la ley, cualquier persona o grupo hace lo que quiere y construye donde le da la gana, sin importar los riesgos potenciales, creyendo quizá que la Divina Providencia o Dios les va a proteger; circunstancia, fe o esperanza que nunca resulta y, cuando suceden los fenómenos naturales, vienen los desastres, las desgracias y después las demandas de que se declaren zonas de emergencia y con el dinero de los impuestos se les construyan nuevas casas y hasta que se les den pensiones o trabajo porque afirman perdieron todo, exigiendo al gobierno respuestas, no obstante la culpa sea de ellos por imprudentes al construir en lugares de alto riesgo y peligro. Todos los años suceden desastres y accidentes porque vivimos en función de la idea que a nosotros no nos ocurrirá, sin embargo, siempre sucede y en especial los ríos que durante décadas o incluso siglos parece nunca alcanzarán los niveles que han tenido tiempo atrás, de repente por circunstancias meteorológicas especiales, como la ocurrencia de dos ciclones seguidos en la misma trayectoria, descargarán agua como en la vida de varias generaciones nunca se ha visto, pero que en perspectiva geológica, incluso milenios, es apenas un instante, de tal suerte que lo que pareciera nunca sucedería en la vida de las personas, ocurre, sucede, y las desgracias personales son máximas, como ha sucedido en la rivera de grandes ríos donde se ha requerido que, como el Támesis o el Sena se construyan diques y represas para evitar se inunde Londres o Paris, en una dinámica del ciclo hidrológico que no es de unos años o décadas, sino de siglos para que se presenten algún día lo que llamamos un desastre natural, que no es más que un fenómeno natural.